historias para no ser contadas: 2
Abrió los ojos de cantazo. Sintió el sudor frío bajando por su espalda. Miró el reloj y se dio cuenta que ya había llegado la hora. Se dirigió al lavabo para quitarse la mezcla de sudor y sueño que poblaban su rostro. Y allí, contempló sorprendida la imagen que se reflejaba en el espejo. El cabello marrón que enmarcaba su rostro había desaparecido. Sólo quedaba una calva resplandeciente. Justo lo que faltaba. Hoy me tocaba escuchar las mil quejas de mi director de tesis y ahora pá colmo estoy sin pelo. Regresó a su cuarto y vio el nido de cabellos que ahora poblaban su almohada. ¡Qué puñetas habré soñado! Trató de recordar los pensamientos que la acompañaron por la noche. Lo único que retuvo fue la ansiedad y el susto que la despertaron repentinamente. Ni modo, pensó mientras terminó de prepararse. Salió del apartamento sin la preocupación cotidiana de peinarse. Ocultó su piel debajo de un sombrero por aquello de protegerse del frío.
El profesor abrió la puerta y se quedó mudo. Después de un tiempo logró saludarla e invitarla a la silla más cercana a su escritorio. La miró atentamente mientras ella defendía su tesis. Él sólo le sonreía. Seguro que éste piensa que tengo cáncer, pensó ella mientras debatía si aclarar lo que había ocurrido. Pero ¿cómo ella iba a explicarle lo sucedido si se escapaba de su propia compresión? Así que permitió su condescendencia a fin de irse lo más pronto posible de esa pequeña oficina.
Cerró la puerta y se dirigió nuevamente a las calles. No podía escapar las miradas invasivas de rostros desconocidos. Se rió un poco de toda la escena y entró a un café con la esperanza secreta de que el líquido amargo la despertara de una vez de esta pesadilla…
Labels: ficción, historias para no ser contadas
Sólo quería decir lo mucho que me gustó que este escrito y el último publicado siguen una continuidad. Muy interesante.