historias para no ser contadas: 5
Cuando apagó el carro no pudo contener las lágrimas. Ella estaba cansada ya de siempre acabar con el corazón roto. No entendía el por qué de su silencio, el por qué de su indiferencia. Lo odio, pensó mientras trataba de suspender la explosión de sentimientos. Trató de arreglar su maquillaje para que sus familiares no se dieran cuenta de lo que sucedía. Tenía que sonreír...después de todo era Navidad.
Y así entró a la casa y comenzó su gran teatro. Ella fue toda alegría a pesar de que por dentro se sentía morir.
Finalmente se despidió de todo el mundo y regresó a su casa. Nunca había estado tan cansada en su vida. Se tiró en la cama y volvió a llorar. Entre sus sollozos suspiró: ¿Por qué no pude haber nacido hombre? Todo sería más fácil...Y así quedó dormida entre delirios y llantos.
La despertó el teléfono.
-Halo, dijo suavemente.
Silencio. Al cabo de un rato escuchó una voz femenina decir:
-Disculpe, estoy tratando de localizar a mi hija.
-Mami, soy yo...¿qué pasa?
-¿Hijita? ¿Eres tú? ¿Estás enferma? ¡Suenas fatal!
-No...no estoy enf... y antes que pudiera completar la oración vio la figura de un hombre en piyama dentro de su sala. Comenzó a gritar histérica dejando caer el teléfono al suelo. Volvió a mirar para fijarse bien. Se dio cuenta que ella estaba contemplando un espejo. ¿Pero cómo va a ser? Se miró a ella misma y se sorprendió al descubrir una fisionomía masculina. ¿Soy un hombre? Imposible. Miró cada detalle visible de su nuevo cuerpo con una mezcla de fascinación y horror.
¿Y ahora qué hago?
Ya no podría continuar siendo la misma persona. No podría utilizar el nombre que ya la identificaba. No podría ponerse la ropa que acostumbraba. Ni siquiera podría ir al trabajo. Sus amistades y familia jamás entenderían lo ocurrido, nunca verían en este hombre aquella mujer que tanto querían. ¿A quién podría acudir? Nunca se había sentido tan asustada...tan sola.
Se quedó tiempo pensando. No sentía ganas de llorar. No tenía la amenaza de la menstruación y las hormonas no la incitaban a ningún tipo de ingestión pecaminosa.
Quizás ahora tengo la oportunidad de hacer una vida nueva.
Se rió un poco de la idea y comenzó a experimentar cierto alivio. Ahora puedo vivirlo todo desde otra perspectiva. El asunto de su familia y amistades lo resolvería después. En ese momento inició el proceso de planificación para su vida como un hombre. Abrió el armario para buscar ropa que podría utilizar con su nuevo cuerpo. Mientras removía los ganchos escuchó el teléfono sonar. Lo contestó cual si fuera una autómata:
-Halo.
La gravedad de su voz la tomó por sorpresa.
De nuevo escuchó un silencio. Al rato, una voz decía suavemente:
-Perdone, no quería interrumpir.
-click-
Ella se quedó congelada con el teléfono en la mano.
Esa voz...
Era la voz que llevaba tanto tiempo deseando escuchar...
Era la voz que tanto amaba...
Y así, esta persona con cuerpo de hombre se puso a llorar.
Labels: ficción, historias para no ser contadas
Dos cosas de este escrito genial: el teatro que actuamos como defensa, tambien es mensaje que llega al cerebro como vivencia, por otro lado, nuestros deseos son poderosos, más allá de toda medida. Es el alma nuestra habitante perpetua, la que siente y desea, la que sin importar el entorno o envoltura continúa "siendo".
Amar es siempre lo indudable!
Hola hola, pasando a saludar, por cierto; le tengo un cuentito:
Las hormigas devorarron su rostro; esa fue la más clara evidencia de su indiferencia.
Agradezco el link y correspondo igual.
Abrazo de nuevo año porque mañana salgo.
Me encanto, muchas veces deseamos ser o tener el cuerpo de otra persona, al fin y al cabo el teatro se nos cae y volvemos a la realidad de nuestras propias vidas.
Un beso y un abrazo.