update de In The Heights


La obra estrenó oficialmente anoche, 9 de marzo, y ya salieron las reseñas. Casi todas son mixtas, sólo he leído una reseña con la que estoy completamente de acuerdo. Lo chistoso es que aún en las críticas supuestamente negativas de la obra todo lo que señalan es positivo. Las reservas son respecto la historia, demasiado sentimental o azucarada según ellos. Esto se debe al hecho de que en la obra lo que se presentan son historias de seres humanos humildes, para ellos nada extraordinario y sobre todo no aparece nada relacionado a la violencia o drogadicción, lo cual es algo que los críticos parecen haber estado esperando. Dicen que hay una gran idealización pero yo lo que veo son los sufrimientos concretos, las luchas de gente pobre en una ciudad donde son minoría ("We are powerless" canta el coro cuando se va la electricidad en el barrio) y sobre todo un terrible dolor y una añoranza por las tierras que dejaron atrás, algo que creo que todo caribeño puede entender porque la diáspora de los 1940s nos marcó a todos. En la canción que inicia la obra se canta: "In the Heights I hang my flag up on display, it reminds me that I came from miles away." Son versos que calan profundamente en la experiencia de quien deja sus tierras por las razones que sean. Es algo que yo misma hice instintivamente durante los años que estuve estudiando fuera, es una evocación de la familia, la gente, las raíces, todo lo que uno es y que nunca se abandona a pesar de la distancia.
Frente todas las situaciones difíciles los personajes en escena hacen lo que realmente hacemos los puertorriqueños y latinoamericanos: buscamos dentro de todo algo que celebrar, alzamos nuestra bandera, sacamos las maracas, güiros y pleneras y hacemos lo mejor que podemos con nuestra realidad. Como dice el personaje principal, refiriéndose al apagón:"So we're powerless, light up a candle, there's nothing going on that we can't handle." Este espíritu también es encarnado en el piragüero, quien mientras intenta mantener su negocio frente al Mr. Softy, nos canta "Keep scraping by" de alguna manera aludiendo no sólo al hielo de las piraguas que raspa, sino al espíritu trabajador frente la adversidad. Es esta escencia luchadora, de sonreír a pesar de las desgracias, lo que Lin-Manuel Miranda le rinde homenaje en su obra.
El empeño silente de los críticos de querer ver una temática más oscura (las gangas, drogas, etc...) es un tanto contradictorio dado que recientemente vi en youtube una reseña de The Capeman en la que se lamentaba el hecho de que toda representación teatral de la comunidad lationamericana de Nueva York va siempre acompañada de aspectos negativos. Ahora al fin tenemos una obra que nos presenta de manera positiva y todavía no es suficiente. ¿Qué es más realista de todos modos? ¿West Side Story, que si se cambia la nacionalidad de los personajes la obra sigue exactamente igual, porque de Puerto Rico como tal no hay nada? (El mismo Sondheim quien escribió la letra admite que al momento no conocía a ningún puertorriqueño ni sabía nada de nuestra música o cultura.) Es cierto que la criminalidad es un problema real, no sólo en Washington Heights, en muchos otros lugares, como Puerto Rico mismo. Pero esa no es la realidad del día a día de todo el mundo y no veo nada irreal en enfocar en los aspectos cotidianos de la gente del barrio.
A las reseñas se les escapó todo el trabajo meticuloso que se hizo en términos de usar la música como recurso narrativo. La nacionalidad de cada personaje es identificable por el tipo de música que cantan. Los personajes dominicanos cantan merengue o hip hop con fondo de bachata, los boricuas cantan mezclas de salsa, bomba y plena y Abuela Claudia que es cubana canta "Paciencia y fe", una mezcla de bolero y salsa cubana que es uno de los momentos más escalofriantes de la obra. Es un recurso sumamente efectivo pero que quizás a los norteamericanos se les escapa por su ignorancia de los distintos tipos de música latina. Los críticos pasaron por alto de las incontables referencias a nuestra música popular, como la bomba y la plena, que de hecho se citan libremente distintos versos de nuestras plenas, como Qué bonita bandera. Y jamás se enteraron de las referencias a nuestra literatura, como Usmail de Pedro Juan Soto y La noche que volvimos a ser gente de José Luis González, por ejemplo. Son referencias sutiles entremezcladas orgnánicamente en la obra que sólo alguien que conoce algo de literatura boricua percibirá.
Un crítico señaló que la orquesta es más bien una banda, como si el usar instrumentos latinoamericanos y caribeños automáticamente la reduce de categoría. Esto es particularmente irrisorio porque la salsa nació de músicos entrenados que estando en Nueva York comenzaron a fusionar jazz con la música puertorriqueña, aguinaldos, bombas, plenas..etc. Pienso en Richie Ray y Bobby Cruz quienes entrelazaron su música con acordes de Chopin en Sonido Bestial.
Tampoco parecen haber entendido el sentido irónico que gira al rededor de uno de los puntos cruciales de la historia. Un personaje gana la lotería, unos $96,000. A raíz de eso todos sueñan con lo que harían con ese dinero como si fuera la solución a sus problemas. Hay un toque de humor negro en esta escena porque, en efecto, ese dinero no es suficiente para cambiar las realidades de ninguno de los personajes.
Aparte, como bien escribe el reseñador de Variety, la obra se construye más bien a través de los personajes. Es sobre la gente que vive en Washington Heights y lo que importa no es lo que "pasa" sino las historias personales que se recuentan y que resuenan en un plano humano. Yo puedo decir que conozco en mi vida personal a todos los personajes que salen en la obra, y que en efecto soy una mezcla de muchos de ellos. Y que una obra trascienda de esa manera es algo muy especial y raro. Para mí es la representación más realista de latinoamericanos , en calidad de personajes (y música), que he visto en el género musical.
Desde ya estoy esperando ver a Lin-Manuel Miranda con un ramo de Tonys, ¡con mucho orgullo!

A petición/acoso de cierta persona (jaja) dejo aquí el vídeo que mencioné en el post de abajo donde Lin-Manuel Miranda responde (en un rap) a las críticas de que su obra presenta una visión idealizada del barrio:


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in the heights


(me perdonan si los acentos no salen bien...)

Nunca he tenido una experiencia tan emocionante como ver In The Heights en Broadway. La presencia latinoamericana en el teatro musical es indudablemente muy limitada. Algunos personajes de A Chorus Line o Rent, West Side Story-que francamente de Puerto Rico tiene muy poco- y The Capeman, que fracasó en las taquillas por el tema controversial a pesar de que la música es de lo más maravilloso que ha creado Paul Simon. Ahora al fin tenemos un musical creado por un latinoamericano. Lin-Manuel Miranda, quien compuso la música y escribió las letras, nos presenta la realidad de los latinos que viven en Nueva York desde el punto de vista de alguien que realmente conoce su gente y su comunidad. El resultado es una visión humana de los dominicanos, puertorriqueños y cubanos que viven en Washington Heights...sus alegrías, sus luchas y preocupaciones.
No puedo describir lo emocionante que es ver nuestras banderas en un escenario de Broadway, escuchar las mezclas de bachata, salsa, merengue y reggaetón, así como presenciar el español hablado y cantado frente un público gringo.
La obra es particularmente emocionante para los latinos, más fuertemente para los dominicanos, boricuas y cubanos. Es nuestra música, nuestra gente y nuestra cultura. Se hacen constantes referencias a nuestras idiosincrasias. Por ejemplo, hay un personaje piragüero que nada más de entrar en escena los puertorriqueños presentes reaccionamos emocionados al reconocer el carrito con el bloque de hielo y poblado de banderas de nuestro país. Lo mismo sucedió en incontables escenas en las que nos reconocíamos en la música, los diálogos, los chistes, los personajes.
A pesar de los detalles especificamente latinoamericanos todo el mundo puede entender y disfrutar de la obra. La producción es de una calidad asombrosa: el elenco es extraordinario, la escenografía hermosa, la coreografía es alucinante, la historia es muy humana y la música es maravillosa.
Al fin tenemos una obra que presenta un retrato de la gente buena y luchadora del barrio, sin verse en la obligación de presentar la criminalidad ni la drogadicción. A Miranda se le ha criticado este punto. Se ha dicho que In The Heights idealiza la realidad del barrio. Él tiene una respuesta youtube a esta crítica, en forma de rap, donde simplemente dice que el público norteamericano está acostumbrado a ver a los latinos en un contexto negativo y no ve nada malo con ofrecer la otra cara de la realidad, que su gente pueda sentir orgullo de su comunidad y que los niños tengan ejemplos positivos de latinos. Lo que ha hecho Miranda es en efecto una carta de amor al barrio y a su gente.
Y sucede algo realmente maravilloso en ese teatro. En Estados Unidos, donde el racismo todavía es un asunto alarmante, pude ver a un público heterogéneo identificarse con personajes latinoamericanos, reír y llorar con ellos. Rara vez he presenciado un público tan emocionado y entusiasmado con lo que se presenta en el escenario. Tanto, que al final de todo el público estaba de pie aplaudiendo, hasta el último asiento en lo más alto del teatro, donde yo estaba.
El colmo es que la obra todavía no ha estrenado oficialmente y ya se puede palpar que será un éxito comercial.
Esto es un evento histórico en Broadway y definitivamente cualquiera que tenga la oportunidad de viajar a Nueva York tiene que absolutamente ver esta obra. Es una experiencia extraordinaria.


Este es el anuncio que están pasando por televisión para promover el musical:





y este es un vídeo que encontré en youtube donde salen algunas escenas para que tengan una idea de cómo es el musical, aunque en realidad esto no le hace justicia.


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el efecto sondheim


(Este post es sobre Sweeney Todd. Son comentarios bien generales y no doy muchos detalles para no chotear nada.)




El efecto Sondheim


Sondheim es uno de los nombres más reconocidos en el teatro musical. Para mí era sólo eso, un nombre, hasta que pude ver una grabación de la producción vieja de Sweeney Todd con Angela Landsbury. Entonces sucedió algo que no esperaba. En medio de las notas violentas, los arreglos atonales y las letras complejas me encontré completamente perdida en la historia. El vídeo terminó y me tardé en ubicarme a mí misma. Luego vi Sunday in the park with George, una obra que gira en torno el lienzo Un dimanche après-midi à l'Île de la Grande Jatte de Seurat y me sucedió lo mismo. Las reflexiones sobre la vida y el arte calan en algo profundamente humano que es elevado por las hermosas composiciones musicales. Y así se han ido sumando las obras: Passion, Into the Woods, Company y en todas he experimentado la misma sensación, como si una mano invisible de alguna manera me estrujara las entrañas para sumergirme completamente en el escenario. He llegado a llamarlo el efecto Sondheim porque nunca he sentido lo mismo en otras obras, mucho menos en el teatro musical que a veces me resulta artificioso y distante.
En mi breve estadía en Nueva York tuve la oportunidad de ver la versión fílmica de Sweeney Todd. Cuando entré al cine me pregunté si el efecto Sondheim se traduciría a la pantalla grande. En seguida comenzó a sonar la música con las melodias familiares y nuevamente reviví la historia morbosa del barbero de Fleet Street quien tras ser encarcelado injustamente termina asesinando a sus clientes para saciar su sed de venganza y su cómplice Mrs. Lovett cocinaba las víctimas en las empanadillas de carne que vendía en su negocio.
La versión fílmica es ineludiblemente distinta a las representaciones teatrales que de alguna manera conozco. Tim Burton sabiamente eliminó algunos recursos que aunque son efectivos en el teatro no funcionaban en el cine. Un ejemplo notable sería la ausencia del coro griego que conduce la historia. De hecho, en la película se suprimieron todos los coros y en ocasiones se reducen las canciones a lo más importante para la historia. Otra diferencia notable es que por primera vez los personajes se mueven por la ciudad. Londres, ese hole in the world, es una presencia tenebrosa tangible. Constantemente se nos muestra la ciudad, como en A Little Priest, Sweeney y Mrs. Lovett miran a través de la ventana mientras van señalando los distintos arquetipos que van mencionando, haciendo así más evidente la crítica social que se lleva a cabo en la canción .
Burton, siendo un director muy visual, prestó mucha atención a la composición de las escenas, las luces y sombras y exterioriza en instancias la imaginación de los personajes, algo que en el teatro no se podía hacer. Por ejemplo en la canción Epiphany, Sweeney recorre las calles de Londres en su mente o en By the Sea, que nunca me había gustado mucho, es elevada por las recreaciones geniales de las fantasías de Mrs. Lovett. La lectura que hace Burton de los personajes me pareció maravillosa. Judge Turpin, encarnado perfectamente por el talentoso Alan Rickman, es un personaje más complejo que en otras versiones que he visto y en la película se establece un paralelismo con Sweeney. Anthony en esta versión es un muchacho, impulsivo e idealista, movilizado por una morbosidad que en mi opinión es más justificable en un pesonaje joven que no tiene control de sus sentimientos y pasiones. Johanna, también de corta edad, es mucho más pasiva y desensibilizada que en otras caracterizaciones. Físicamente es etérea y en ocasiones Burton parece dar pistas de la vida sin esperanza que con toda probabilidad le espera. Toby, usualmente interpretado por un adulto aquí es un niño, lo cual lo hace mucho más efectivo. Interesantemente en esta versión Toby no cede a la locura, lo cual fue el eje central de la escenificación de John Doyle en la más reciente adaptación de la obra*. Esta decisión de Burton en mi opinión fue muy efectiva. Un personaje que me sorprendió mucho fue el Beadle, que nunca me había llamado la atención. En la película es un hombre libidinoso, violento y se trabajan elementos de homoerotismo fascinantes. Sasha Baron Cohen, mejor conocido por sus personajes Ali G o Borat es genial como Pirelli, mostrando sus habilidades impecables como humorista pero a la vez concediéndole al personaje una profundidad psicológica en las sutilezas de su actuación.
Confieso que tenía mis reservas con Helena Bonham Carter haciendo de Mrs. Lovett. Ciertamente su voz es un tanto débil, pero lo compensa con su actuación y profunda comprensión del personaje.
Finalmente toca hablar de Johnny Depp, un actor que pudo haber sido meramente un rostro bonito pero sigue reinventándose y mostrando una habilidad técnica sorprendente. Sondheim ha comentado muchas veces y lo repitió al aprobar el elenco de la película que para el personaje de Sweeney importa mucho más la actuación que la voz del actor. Depp tiene una voz hermosa, bastante dulce y lo genial es que incorpora eso en su interpretación del personaje. El Sweeney de Depp es completamente abyecto, incapaz de expresar sentimientos hacia nada ni nadie. Está obsesionado solamente con sus planes de venganza. Mientras otros actores como George Hern o Michael Cerveris expresaban rabia o en ocasiones sentido de humor, el Sweeney de Depp es más contenido y sin embargo sumamente fiel al espíritu de la obra.
Pero lo mejor de la película es la sangre. La historia de por sí es sumamente morbosa, sin embargo, es difícil explorar los elementos sangrientos y corpóreos en el teatro. Burton presenta la realidad física de los asesinatos que contrasta genialmente con la insensibilidad del Sweeney de Depp. Una escena particularmente efectiva en este sentido es durante la segunda canción llamada Johanna. La sangre en el filme no es realista, es exagerada y poética. Tim Burton ha expresado el elemento catártico que tiene la sangre en la película y al verla pude entender lo que quería decir. Es como una especie de liberación de todo la tensión latente de los personajes, de todo lo que no se expresa en palabras. Es la vida que se derrama del cuerpo. El efecto es impactante, desgarrador e irremediablemente humano.
La película terminó y el público presente irrumpió en aplausos. Yo me quedé en silencio, hundida en el asiento, completamente enmudecida por la poderosa imagen final y demasiado consciente del efecto Sondheim que nuevamente había presenciado, esta vez en la butaca de un cine.


*hace tiempo escribí una reseña de la producción de Doyle (aquí ), que ya no está en Nueva York pero actualmente está de gira.

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the homecoming


Hace poco pude ver una producción guerrillera de The Homecoming de Harold Pinter, en medio de la huelga que paralizó casi todo el teatro en Broadway. La obra había sido cancelada pero el elenco decidió hacer una función para recaudar fondos para Broadway Cares y de paso poder practicar con un público en lo que se resolvía la huelga. Fue extraño ver una obra sin escenografía, maquillaje, luces, ni vestuario, pero a la misma vez interesante porque funcionó perfectamente con sólo el escenario, los actores y el texto, que es maravilloso. La producción es estupenda, algunas cosillas que se nota que estaban todavía descifrando pero tanto la composición de las escenas y la dirección son excelentes, así como algunas de las actuaciones. Si alguien se da la vuelta a Nueva York definitivamente vale la pena verla.
Dos citas de la obra que me dejaron pensando mucho:


"Ruth: Don't be too sure though. You've forgotten something. Look at me. I...move my leg. That's all it is. But I wear...underwear...which moves with me...it captures your attention. Perhaps you misinterpret. The action is simple. It's a leg...moving. My lips move. Why don't you restrict...your observations to that? Perhaps the fact that they move is more significant...than the words which come through them. You must bear that...possibility...in mind."


"Teddy: (...) It's nothing to do with the question of intelligence. It's a way of being able to look at the world. It's a question of how far you can operate on things and not in things. I mean its a question of your capacity to ally the two, to relate the tow, to balance the two. To see, to be able to see! I'm the one who can see. That's why I can write my critical works. Might do you good...have a look at them...see how certain people can view...things...how certain people can mantain...intellectual equilibrium. Intellectual equilibrium. You're just objects. You just...move about. I can observe it. I can see what you do. It's the same as I do. But you're lost in it. You won't get me being...I won't be lost in it."

ambas citas son de Harold Pinter, The Homecomming, Act II

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las cachorras...


porque estuve hablando con unas amigas sobre esta cita:


HARPER: (...) I don't understand why I'm not dead. When your heart breaks, you should die. But there's still the rest of you. There's your breasts, and your genitals, and they're amazingly stupid, like babies or faithful dogs, they don't get it, they just want him. Want him.

Tony Kushner, Angels in America: Perestroika Act I, Scene 2.


y otra cita más:


BELIZE: Well I hate America, Louis. I hate this country. It's just big ideas, and stories, and people dying, and people like you.
The white cracker who wrote the national anthem knew what he was doing. He set the word "free" to a note so high nobody can reach it. That was deliberate. Nothing on earth sounds less like freedom to me.

Ibídem, Act IV, Scene 3.

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...






HARPER (At beat, then): In your experience of the world. How do people change?

MORMON MOTHER: Well it has something to do with God so it's not very nice.
God splits the skin with a jagged thumbnail from throat to belly and then plunges a huge filthy hand in, he grabs hold of your bloody tubes and they slip to evade his grasp but he squeezes hard, he insists, he pulls and pulls till all your innards are yanked out and the pain! We can't even talk about that. And then he stuffs them back, dirty, tangled and torn. It's up to you to do the stitching.

HARPER: And then get up. And walk around.

MORMON MOTHER: Just mangled guts pretending.

HARPER: That's how people change.


fragmento de Angels in America: Perestroika. (Act III, Scene 6) de Tony Kushner

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donde el viento hace buñuelos



imagen de la película Un chien andalou (1928) de Luis Buñuel y Salvador Dalí



“Donde el viento hace buñuelos”
jueves 2 de agosto del 2007
anfiteatro Julia de Burgos
Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras


Pocas veces uno tiene la oportunidad de presenciar una experiencia teatral completa. Con esto me refiero a la perfecta sincronía de todos los componentes artísticos: la escritura, la plástica, la música y la representación dramática. El pasado jueves 2 de agosto me asomé al anfiteatro de Julia de Burgos con escepticismo. Pero lo que tuvo lugar en ese pequeño espacio fue un espectáculo inolvidable.
“Donde el viento hace buñuelos” es una obra del dramaturgo argentino-ecuatoriano Arístides Vargas. El autor, junto a su esposa y también intérprete de la obra Rosario Francés, se encontraban en Puerto Rico realizando un taller de dramaturgia. Como parte del mismo se montó la obra, según las palabras de Vargas para dar un ejemplo de una pieza teatral con una estructura más libre, basada en la psicología de los personajes.
La obra podría parecer sencilla. Trata sobre la relación de dos mujeres: Catalina, que se enfrenta a su propia muerte y Miranda, la amiga que la acompaña en sus últimas horas. Sin embargo, lo que se hilvana en el texto no es nada simple. El autor versa sobre temas complejos como las relaciones traumáticas con la familia, matrimonios fracasados, las distintas formas de opresión que han vivido ambas mujeres, la religión, la vida y la muerte, la existencia misma.
Se entiende por el texto que Catalina es una mujer expatriada, en un exilio de índole político, algo que tendría sentido a la luz de la vida del autor mismo quien, según tengo entendido, tuvo que huir de Argentina tras el golpe de estado. Catalina sangra, vive en un cuerpo afligido y moribundo. Durante toda la obra dice ver a un hombre dormido y vigila que no se vaya a despertar, sólo para darse cuenta al final que a quien veía era a ella misma aproximándose a su propia muerte. Miranda la acoge, la acompaña. Ella sostiene el peso de su amiga enferma mientras nos dice que cuando uno tiene patria y bandera, echa raíces en la tierra para tener dónde morir pero cuando una mujer no tiene patria ni bandera, echa raíces en una amiga para dejar caer su cuerpo.
Esta es la fortaleza del texto: Dos vidas difíciles que se encuentran para enfrentar la muerte. Arístides Vargas resume la vida como un ir y venir de un barco que navega de puerto en puerto entre la neblina. Mientras esa nave se desplaza las mujeres van reconstruyendo episodios de sus vidas: la trayectoria que las ha llevado a ese momento, con todos sus miedos y sus pasiones. En la obra se dialoga con el viento, representado genialmente con unos abanicos que alborotaban pañuelos mientras fluían los recuerdos y los monólogos. Es en las ondulaciones de los paños de distintos colores que se debatía la lógica del viento, que es, tan pasajero como la vida misma.
Fue una sorpresa extraordinaria descubrir que el título también hacía referencia a Luis Buñuel. Miranda, en su juventud castrada por monjas, vivía obsesionada con las películas del director español. En un recuerdo le pregunta a una monja si el cielo es en blanco y negro. Ella le responde que naturalmente es a color, lo cual decepciona profundamente a la joven Miranda porque entonces no sería cielo sin Buñuel. En medio de la prohibición a la que es sometida, la joven crea a un amigo imaginario llamado Buñuelo, el perro andaluz de Buñuel. Es un perro torero, travieso, ordinario, que se saborea su propio sexo. Miranda, invadida por una imaginación inquebrantable, deposita en él todo lo que le era prohibido para quizás así sobrevivir la indoctrinación que recibía. En una escena que recreaba los regaños que recibía la joven por sus "indecencias", la monja le advierte que Dios es un ojo enorme que lo ve todo. Miranda nos dice que entonces Dios agarró una navaja y cortó su propio cuerpo horizontalmente. Mientras pronuncia esas palabras saca un huevo hervido y le hace un tajo horizontal, recreando la infame imagen de Un chien andalou. Este homenaje a la película de Buñuel no sólo es una imagen poderosa dentro del texto, sino que nos habla mucho sobre esa individualidad que se enfrenta a una visión religiosa que le es impuesta. El espíritu creativo y humano sobrepasa las restricciones opresivas.
El escrito de Vargas está repleto de imágenes poéticas. En un momento dado se nos pregunta si alguna vez hemos escuchado la música transparente que se cuela por los aires condicionados. El autor juega con la magia de las palabras. Por ejemplo, cuando Miranda se convence a sí misma que su abuela era cocodrilo después de considerar las arrugas como lo que caracteriza al animal. En otro momento, la madre de Catalina argumenta que lo más trágico que uno puede perder es el culo, lugar donde reside la virtud. Mientras ella le habla a su hija uno logra sentir que perder esa parte anatómica es plausible. Posteriormente, Miranda le comenta a Catalina que si uno puede hablar de “la mano de Dios” entonces significa que él puede desprenderse en sus distintas partes. Miranda le describe a su amiga lo que llueve, a veces cristales, a veces pies, y la amiga acepta todo lo que le dice como verdadero porque comparten esa poética del lenguaje donde todo es posible.
Las actuaciones fueron espectaculares. Ambas intérpretes incorporaron a perfección todo movimiento corporal así como cada sonido que emitían. Rosa Luisa Márquez le concedió a Catalina una fortaleza increíble más allá del padecimiento físico. En las sutilezas de sus gestos y en la entonación de cada palabra, Márquez nos transmitía una mujer que enfrenta su propia vulnerablilidad física, que carga con las heridas acumuladas en el tiempo con valentía y serenidad ante las adversidades. Su compañera en escena, Rosario Francés mostraba una vitalidad que se permea entre el público. Francés se transformaba con una facilidad alarmante; convirtiéndose en niña, anciana, en un perrito andaluz y en ambos padres de Catalina. En el texto de Vargas hay mucho espacio para la improvisación, algo que Rosario Francés parecía disfrutar. En ningún momento perdió su caracterización, incluso ante errores humanos como cuando se le desprendía el bigote del padre de Catalina.
La escenografía funcionó casi como un personaje de la obra. Fue confeccionada por Antonio Martorell y visualmente era casi como estar dentro de una de sus instalaciones llena de grabados, trazos de pintura y pañuelos. Los componentes escenográficos se transformaban en la medida que las mujeres se desplazaban por el espacio. Las actrices interactuaban con las piezas, desprendían de allí los vestuarios y utensilios que incorporaban a la acción para recrear las vidas de los personajes. La sensación era de estar frente una obra de arte que cobraba vida y movimiento.
La dirección de Vargas en ocasiones era experimental pero sin nunca perder de vista la historia que se trabaja: la trayectoria de estas mujeres que se encuentran para acompañarse en esa última despedida.
Por último, la música sirvió como conductora emotiva de los personajes. La obra abrió y cerró con una delicada canción que una mujer vestida de blanco tocaba mientras iba moviendo un pequeño barco. Durante el transcurso de la obra la música contribuía a captar la atmósfera y la psicología de los personajes. El efecto final de ver a Catalina tomar el barco en las manos y desfilar con la mujer de blanco cantando fue tanto hermoso como conmovedor.
Es una lástima que sólo se presentó en una ocasión. En un país donde el teatro se hace cada vez más cuesta arriba fue una alegría inmensa descubrir un esfuerzo teatral que combinaba grandes talentos en escena. Si tuviera que resumir la obra diría que fue poesía en acción, sin duda alguna una experiencia estética completa.


nota en respuesta a algunos comentarios: Quisiera disculparme con la actriz y directora puertorriqueña Rosa Luisa Márquez por no haber incluído su nombre en esta reseña. Fue, decisamente, producto de una ignorancia y vagancia inexcusable de mi parte. Quería destacar el nombre de la excelente actriz que pude presenciar en escena pero lamentablemente no tenía conmigo el programa y a mis despistes habituales se le sumó el hecho de que yo llevaba muchos años fuera de Puerto Rico y completamente desconectada del panorama cultural. Pero como acabo de expresar, es inexcusable. Mi única defensa es que esto es una página de carácter personal, de autoría anónima y yo simplemente quería escribir mis impresiones de una maravillosa representación teatral lo más pronto posible. Aún así desde que publiqué esta entrada siempre me he sentido incómoda por la omisión del nombre y tenía propuesto eventualmente corregir el error aunque con el tiempo lo olvidara. Aprovecho la ocasión para finalmente rectificar el problema. Nuevamente mis disculpas a Rosa Luisa Márquez y a todo el mundo que haya leído esta entrada incompleta.

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s-t-a-u-n-c-h women


esto va dedicado a las brujis...

"But you see, in dealing with me the relatives didn't know
that they were dealing with a staunch character. And I tell ya if there's anything worse than a staunch woman.
S-T-A-U-N-C-H
There's nothing worse. I'm telling you.
They don't weaken, no matter what."
-Edith Bouvier Beale
(Little Edie)


staunch (stônch, stänch)

1. Firm and steadfast; true.
2. Having a strong or substantial construction or constitution.

En español: incondicional, acérrima (firme y entusiasta; intransigente, extremada)

Del 7 de noviembre de 1917 hasta el 14 de enero del 2002 existió una mujer demasiado grande para este mundo. A veces me sorprende lo literaria que puede ser la vida. Imagínense a dos mujeres fuertes, testarudas, muy adelantadas para su época que terminan aislándose de la sociedad en una mansión playera llamada Grey Gardens. Como si eso no fuese lo suficientemente perfecto resulta que esas dos mujeres eran parte de una de las grandes dinastías estadounidenses. Eran familia de Jacqueline Bouvier (mejor conocida como Kennedy-Onassis) que llegaron a gozar del prestigio y la riqueza para luego vivir en decadencia, rodeadas de basura, de gatos, de mapaches, pulgas y pobreza. La tía y la prima de Jackie pasaron a ser la vergüenza de la familia. Grey Gardens se convirtió en un pequeño mundo podrido del cual estas mujeres no salían porque al menos allí adentro podían ser ellas mismas.

La situación en la que vivían Edith Ewing Bouvier Beale (conocida como Big Edie) y su hija Edith Bouvier Beale (conocida como Little Edie) salió a la luz pública cuando los vecinos montaron una querella legal por las condiciones anti-higiénicas en que vivían esas mujeres. Las Edies en vez de simplemente recoger y limpiar, pelearon por su derecho de vivir como ellas querían. Ya lo dijo Little Edie perfectamente: There’s nothing worse than staunch women.

Todo esto parecería mentira, demasiado literario para ser real. Pero no. Existieron estas dos diosas al borde de la demencia. Existió Little Edie. Existió Grey Gardens.

En 1975 los hermanos cineastas Albert y David Maysles sacaron un documental sobre estas mujeres reclusas. Grey Gardens se ha convertido en un documental clásico. Al verlo, uno no puede evitar sentirse hipnotizado por estas dos mujeres, por la casa, hasta por los gatos y mapaches con los que conviven. La madre anciana aparece casi siempre recostada en la cama, rodeada de papeles y basura, poniéndose sombreros de paja a la vez que intenta cantar como lo hacía hace 40 años. Su cuerpo se ha debilitado, pero ella no. Big Edie grita, ordena, hasta seduce desde su vejez. Pero su impotente presencia no logra opacar a su hija, la verdadera protagonista de la película.
Decir que Little Edie parece sacada de una obra de Tenessee Williams no es suficiente. Blanche DuBois se queda corta. Little Edie es la hija que desprecia y adora a su madre. En ocasiones habla con una dulzura casi infantil y al segundo sus palabras demuestran la fiera que se esconde dentro. Es una mujer inteligente y educada. Durante todo el documental va soltando ingeniosas referencias literarias y lo hace con tanta naturalidad que pasan desapercibidas. Casi todo lo que dice Little Edie es digno de copiar y repetir. Pero por lo que más uno recuerda y ama a esta mujer es por su indumentaria experimental, sus “revolutionary costumes” como les llamaba. Little Edie desfila durante todo el documental con nuevos vestuarios, cosas inimaginables. Era una artista. De una toalla hacía un velo, de un pedazo de tela una falda que también podía servir como capa. Nunca podría haber usado un abrigo de forma tradicional. No. Edie, jamás. Ella se lo colocaba al revés, lo giraba, jugaba con él hasta que dejara de ser un abrigo y se convirtiera en la correa, la blusa o la bandana más hermosa que jamás se ha visto. Eddie está eternamente trasformándose y reinventándose en esa cinta. Tendremos para siempre la evidencia fílmica de una mujer que fue demasiado grande, demasiado original. No es difícil entender por qué ella se convirtió en ídola secreta de muchos diseñadores de moda. Su influencia ha sido documentada en desfiles de Prada, en tomas fotográficas de Vogue, entre otros. Algunas personalidades famosas como Madonna la han citado como una fuente de inspiración. Little Edie también se convirtió en una figura de reverencia entre la comunidad gay. Es una diva, digna de admirar: una mujer marginada que no temía manifestarse tal y como era. Si yo alguna vez me encontré criticando el mundo de la moda, ante alguien como Little Edie tendría que comerme mis palabras. Esta mujer buscaba en la moda la expresión de su individualidad, de su creatividad. No se trata de mera vanidad. Las telas, los colores, los accesorios, el maquillaje, todo su vestuario era su forma de ser libre.
Grey Gardens ahora es un musical en Broadway y está haciendo historia. Christine Ebersole es lo más grande que he visto sobre el escenario. En el primer acto interpreta a Edith madre en sus tiempos de gloria. En el segundo encarna a Little Edie en toda su gloria delirante. Cada personaje por sí mismo es llevado al escenario genialmente, pero la combinación de ambas actuaciones le conceden a Christine Ebersole un lugar privilegiado en la historia del teatro norteamericano. Nunca se ha visto algo así. Es tan excelente como actriz que logra manipular su voz dependiendo del personaje. Como Big Edie, Ebersole utiliza una voz fuerte, desbordante, en ocasiones operática (algunos la recordarán en Amadeus). Como Little Edie canta hasta feo, para dejar ver la demencia. Pero cuando Little Edie canaliza con su interior, entonces Ebersole entona perfectamente una voz preciosa, dulce, casi etérea que nada tiene que ver con la voz con la que cantaba como la madre. Es un pequeño detalle que me voló la cabeza porque me pareció imposible.
Grey Gardens, con toda sinceridad, me parece que funcionaría mejor como una obra de teatro que se sirve de música en vez de un musical. Lo digo porque así fue como la percibí al verla. La forma en que está construida la historia recuerda más una pieza teatral dramática que un musical. Pero quizás por ello también resulta tan fascinante. Nunca he visto un musical en Broadway que funcione de esta manera. Tampoco he visto nunca que se ponga en escena tanta decadencia/demencia sin dejar de ser una celebración a la mujer fuerte. Staunch. S-T-A-U-N-C-H.
Yo eliminaría muchas de las canciones. Hay algunas que son muy flojas tanto la letra como la música y terminan opacando un poco, pero sólo un poco, la grandeza de estas dos mujeres. Grey Gardens tendrá sus fallos, pero es sin duda alguna una obra histórica, tan revolucionaria como los vestidos de Little Edie.

Cuando acabó la obra yo aplaudí conmovida. Cuando salió Christine Ebersole a recibir su ovación, me eché a llorar. Es la primera vez que los aplausos me sacan las lágrimas. En ese momento a quien vi fue a Little Edie sonriendo y aceptando con humildad y gracia la aclamación del público. Ahí estaba aquella mujer que nunca podría permanecer en la oscuridad, ni siquiera tras haber vivido casi toda su vida como una reclusa. Ahí estaba el espíritu de una mujer de carácter fuerte que fue incapaz de ser de otra manera. She never weakened, no matter what.
Sí, Little Edie, grande mujer, recibe al fin tus aplausos.



Este vídeo lo encontré en you tube y lo pongo como un pequeño homenaje a esta mujer. A los que no hayan visto nunca el documental, quedénse viendo después del diálogo/pelea entre madre e hija para que vean un montaje de algunos de los "revolutionary costumes" de Little Edie. Es espectacular.


Y al que le interese, aquí hay un link para ver el pedazo del documental donde aparece la cita que pongo al principio de este post:

http://www.youtube.com/watch?v=vWEeJbuF3bM&NR

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reseña


Los que me conocen saben muy bien mi amor por el teatro. Me fascina. Ver una buena obra para mí es uno de los placeres más grandes.
Es por esto que hoy comparto una pequeña reseña de una obra que acabo de ver durante mi breve estancia en Nueva York. Volveré a escribr cuentos pero de momento me entretengo con esto.

Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street
Actualmente en el Eugene O'Neill Theater, 240 W. 49th Street

Hay que empezar por aclarar que se trata de una obra musical. No obstante, esto no es el teatro musical azucarado y alegre que el público americano está acostumbrado. Sweeney Todd es la obra maestra del escritor/compositor Stephen Sondheim. Esto no es un musical para todo el mundo, como sucede con casi todas las obras de Sondheim. Esta pieza explora las dimensiones más macabras y pervertidas del ser humano. Está basada en la historia/mito de Sweeney Todd, un barbero inglés quien asesinaba a sus clientes. Su cómplice, Mrs. Lovett, luego los cocinaba en empanadillas de carne (meat pies) que vendía exitosamente. Increíblemente esta es la historia que Sondheim eligió para musicalizar, algo que ya de por sí se mueve fuera de las convenciones tradicionales.
El director británico John Doyle montó una obra experimental en Broadway, el lugar más nauseantemente comercial y kitsch para el teatro. La escenografía minimalista obliga al público a usar su imaginación e inteligencia para seguir la trama. El director llenó la obra de incontables metáforas visuales que enriquecen la experiencia del espectador. Toda la acción se desarrolla en torno a un ataúd que es utilizado como distintos objetos: un barco, una mesa, puertas, entre otros. En esta obra no hay cambios de escenarios, los actores están casi siempre en escena y se utiliza muy poca luz. Todo esto obligó al director a emplear recursos visuales estilizados para transmitir la acción. Por ejemplo, los asesinatos de Sweeney son sugeridos ingeniosamente por un líquido rojo que se derrama dentro de un cubo. Al eliminar una representación tradicional de la obra los maravillosos versos de Sondheim se convierten en protagonistas. Todo está dispuesto en función de las palabras.
Lo más sorprendente de esta producción es que los actores no sólo interpretan sus personajes cantando sino que también ejercen como músicos. No hay orquesta y sólo un miembro del elenco es un músico profesional. Los instrumentos musicales se convierten en extensiones de los personajes. El director buscó formas ingeniosas de incorporarlos orgánicamente en la obra. Cada actor toca su instrumento en piezas musicales complicadísimas sin salir de personaje. Asombrosamente esta musicalización con pocos instrumentos no sólo es suficiente sino que es mejor que otras versiones que he escuchado. Aquí se utilizan arreglos atonales y contramelodías que acentúan los sentimientos explorados en la obra. La música le concede la perversidad de los versos que usualmente es ocultada en la armonía orquestal. Una canción en la que es particularmente evidente es “Not While I'm Around”. En esta pieza los personajes hablan entrelíneas de los horrores que tendrán lugar. Usualmente esta escena es disfrazada de una ternura inocua. En esta versión tanto los actores como los instrumentos acentúan un ambiente tenebroso que de alguna manera presagia el desenlace de la obra. Es interesante que al explorar la disonancia musical la composición original es mucho más resonante y urgente.
Las actuaciones en sí mismas son estupendas. Michael Cerveris encarna genialmente tanto lo monstruoso como lo humano de Sweeney Todd. La gran Patti Lupone es perfecta como Mrs. Lovett. Una actuación que nos presenta al personaje no sólo como una Lady Macbeth manipuladora sino como una mujer que dentro de todo es vulnerable por su amor a un hombre que es prácticamente un monstruo.
El resto del elenco también es maravilloso. El papel de la hija de Sweeney, Johanna, nunca me había llamado mucho la atención. Siempre la interpretaban como una mujer tonta que se deja llevar por los hombres que la rodean. Aquí, la actriz Lauren Molina nos recuerda que se trata de una joven infantil quien ha sido afectada psicológicamente y emocionalmente por las perversiones de su padre postizo, Judge Turpin (interpretado por el talentoso Marc Jacoby). Benjamin Magnuson interpreta a Anthony, el héroe romántico de Johanna. Lo brillante de su actuación es que transmite una naturaleza lasciva que se esconde detrás de sus intereses románticos. Este aspecto de Anthony es evidente en la letra de las canciones pero en otras interpretaciones ha sido ignorado. Pirelli, un rival de Sweeney y la primera víctima, es interpretado por Donna Lynn Champlin quien utiliza maravillosamente una mezcla de humor y horror en su caracterización. Es interesante además que se haya elegido a una mujer para este papel masculino. Se abre toda una posibilidad de interpretaciones y sin duda alguna se juega con ambigüedades sexuales y nociones de género.
Quizás el papel que más asombra es uno que en otras representaciones no ha tenido mucha importancia. Tobias, el ayudante de la primera víctima de Sweeney, aquí toma protagonismo.Se trata del uno de los pocos personajes que son realmente inocentes. La obra empieza y termina con él. Todo se desencadena desde el punto de vista de este personaje enloquecido por los eventos. Tobias se convierte en el hilo conductor para esta historia macabra. El actor Manoel Felciano, quien también toca tres instrumentos, incluye detalles imperceptibles en su actuación. Aún cuando no participa directamente él siempre está metido en la acción reviviendo los sucesos en su mente.
Al ver esta obra en persona pude notar algo que debería de ser evidente pero nunca me había dado cuenta. Sondheim ha hecho una versión moderna de las tragedias griegas. Tiene todos los elementos clásicos incluyendo el coro que comenta la acción. El héroe, al igual que Edipo, paga cruelmente por su hibris. A pesar del elemento trágico y morboso, esta obra también exhibe un excelente sentido del humor. Algo evidente en la canción “A little Priest” en la que se explora irónicamente las jerarquías sociales. La química entre Patti Lupone y Michael Cerveris durante esta escena es eléctrica.
Franco Zeffirelli ha comentado incontables veces que la ópera es el arte más perfecto porque combina todas las artes visuales, literarias y musicales. Es en este sentido que Sweeney Todd es una gran obra de arte. De por sí cada obra de Sondheim lleva a lo que he llegado a llamar el efecto Sondheim, valga la redundancia. En algún momento, sin uno darse cuenta, se experimenta la sensación que algo agarra el corazón y nos sumerge dentro de la obra. Para mí esta sensación se dio mucho más fuerte en esta producción. Me perdí a tal grado en la obra que me costó muchísimo trabajo recobrar la palabra.
Los boletos son bastante caros, como es de esperarse en Broadway, pero en mi opinión vale la pena invertir ese dinero. Eso sí, debido al montaje poco convencional no todos los asientos del teatro favorecen la apreciación plena de la obra. Los mejores asientos son en el centro y un poco alejados del escenario. Así se pueden ver mejor las excelentes composiciones de las escenas. Tengo entendido que los contratos de algunos actores expiran en julio pero imagino que algunos renovarán. La obra seguramente continuará después de esa fecha, aunque no sé cómo sería con otros intérpretes.
Sweeney Todd es una obra inteligente, poética y asombrosamente humana. Esta pieza teatral es evidencia que, de vez en cuando, en los lugares más comerciales y turísticos se puede tener una verdadera experiencia artística. Sin duda alguna la versión de Sweeney Todd de John Doyle es una de las mejores experiencias teatrales que he tenido en mi vida.

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