Nina Simone


Hay veces que la capacidad destructiva del ser humano me perpleja y me repulsa. Cuando estoy a punto de condenar toda la humanidad intento reconectarme con la capacidad creativa que existe también en el ser humano. Mientras hay personas que lo único que son capaces de contribuir es la muerte, otros le brindan a este jodío mundo un poco de belleza, como me comentó una sabia amiga.
Es por eso que este 21 de abril, conmemorando el cuarto aniversario de su muerte, dedico este post a Nina Simone. The High Priestess of Soul, así la llamaban. Francamente se queda corto. Nina Simone es simplemente una de esas personas que le estoy infinitamente agradecida al universo por su existencia. El mero hecho de que esta mujer hermosa, sensual, negra, luchadora, talentosa, apasionada, genial, pisó esta tierra me hace apreciar más la humanidad, esta humanidad que a veces da náuseas. Su legado musical así como el mensaje de igualdad que nos ha dejado son imborrables.
Estuve mucho tiempo naufragando por You Tube y la verdad es que hay unos vídeos increíbles. No me podía decidir cuál poner por acá, así que pongo tres que demuestran distintas razones por las que adoro a esta mujer.

Ain't Got No...I Got Life- cantada en el Central Park Harlem Festival, 1969. Iba a poner un vídeo de Young, Gifted and Black del mismo concierto, que es increíblemente conmovedor e indicativo de la valentía de esta gran mujer, pero lo cambié porque esta canción tiene mucha resonancia para mí ahora mismo. Es de esas canciones que hacen a uno agradecer el hecho de que tenemos un cuerpo y tenemos vida. Además, me encanta escucharla cantar "(I got) my boobies".





I loves you, Porgy- grabación de 1962. La dulzura de la voz de Nina Simone en esta pieza, así como su virtuosismo con el piano me dejaron sin palabras.



Four Women-cantada en un festival de jazz en Francia, 1965. Esta canción es genial porque ella asume la voz de cuatro mujeres negras de distintas realidades, haciendo un cuadro muy fuerte. Y cuando asume la voz de la última mujer, irónicamente llamada "Peaches", se me paran los pelos. Aquí ella aparece como una diosa, hablando en francés, bailando, Nina Simone en su esplendor. Hasta convierte en música la presentación de su banda.

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s-t-a-u-n-c-h women


esto va dedicado a las brujis...

"But you see, in dealing with me the relatives didn't know
that they were dealing with a staunch character. And I tell ya if there's anything worse than a staunch woman.
S-T-A-U-N-C-H
There's nothing worse. I'm telling you.
They don't weaken, no matter what."
-Edith Bouvier Beale
(Little Edie)


staunch (stônch, stänch)

1. Firm and steadfast; true.
2. Having a strong or substantial construction or constitution.

En español: incondicional, acérrima (firme y entusiasta; intransigente, extremada)

Del 7 de noviembre de 1917 hasta el 14 de enero del 2002 existió una mujer demasiado grande para este mundo. A veces me sorprende lo literaria que puede ser la vida. Imagínense a dos mujeres fuertes, testarudas, muy adelantadas para su época que terminan aislándose de la sociedad en una mansión playera llamada Grey Gardens. Como si eso no fuese lo suficientemente perfecto resulta que esas dos mujeres eran parte de una de las grandes dinastías estadounidenses. Eran familia de Jacqueline Bouvier (mejor conocida como Kennedy-Onassis) que llegaron a gozar del prestigio y la riqueza para luego vivir en decadencia, rodeadas de basura, de gatos, de mapaches, pulgas y pobreza. La tía y la prima de Jackie pasaron a ser la vergüenza de la familia. Grey Gardens se convirtió en un pequeño mundo podrido del cual estas mujeres no salían porque al menos allí adentro podían ser ellas mismas.

La situación en la que vivían Edith Ewing Bouvier Beale (conocida como Big Edie) y su hija Edith Bouvier Beale (conocida como Little Edie) salió a la luz pública cuando los vecinos montaron una querella legal por las condiciones anti-higiénicas en que vivían esas mujeres. Las Edies en vez de simplemente recoger y limpiar, pelearon por su derecho de vivir como ellas querían. Ya lo dijo Little Edie perfectamente: There’s nothing worse than staunch women.

Todo esto parecería mentira, demasiado literario para ser real. Pero no. Existieron estas dos diosas al borde de la demencia. Existió Little Edie. Existió Grey Gardens.

En 1975 los hermanos cineastas Albert y David Maysles sacaron un documental sobre estas mujeres reclusas. Grey Gardens se ha convertido en un documental clásico. Al verlo, uno no puede evitar sentirse hipnotizado por estas dos mujeres, por la casa, hasta por los gatos y mapaches con los que conviven. La madre anciana aparece casi siempre recostada en la cama, rodeada de papeles y basura, poniéndose sombreros de paja a la vez que intenta cantar como lo hacía hace 40 años. Su cuerpo se ha debilitado, pero ella no. Big Edie grita, ordena, hasta seduce desde su vejez. Pero su impotente presencia no logra opacar a su hija, la verdadera protagonista de la película.
Decir que Little Edie parece sacada de una obra de Tenessee Williams no es suficiente. Blanche DuBois se queda corta. Little Edie es la hija que desprecia y adora a su madre. En ocasiones habla con una dulzura casi infantil y al segundo sus palabras demuestran la fiera que se esconde dentro. Es una mujer inteligente y educada. Durante todo el documental va soltando ingeniosas referencias literarias y lo hace con tanta naturalidad que pasan desapercibidas. Casi todo lo que dice Little Edie es digno de copiar y repetir. Pero por lo que más uno recuerda y ama a esta mujer es por su indumentaria experimental, sus “revolutionary costumes” como les llamaba. Little Edie desfila durante todo el documental con nuevos vestuarios, cosas inimaginables. Era una artista. De una toalla hacía un velo, de un pedazo de tela una falda que también podía servir como capa. Nunca podría haber usado un abrigo de forma tradicional. No. Edie, jamás. Ella se lo colocaba al revés, lo giraba, jugaba con él hasta que dejara de ser un abrigo y se convirtiera en la correa, la blusa o la bandana más hermosa que jamás se ha visto. Eddie está eternamente trasformándose y reinventándose en esa cinta. Tendremos para siempre la evidencia fílmica de una mujer que fue demasiado grande, demasiado original. No es difícil entender por qué ella se convirtió en ídola secreta de muchos diseñadores de moda. Su influencia ha sido documentada en desfiles de Prada, en tomas fotográficas de Vogue, entre otros. Algunas personalidades famosas como Madonna la han citado como una fuente de inspiración. Little Edie también se convirtió en una figura de reverencia entre la comunidad gay. Es una diva, digna de admirar: una mujer marginada que no temía manifestarse tal y como era. Si yo alguna vez me encontré criticando el mundo de la moda, ante alguien como Little Edie tendría que comerme mis palabras. Esta mujer buscaba en la moda la expresión de su individualidad, de su creatividad. No se trata de mera vanidad. Las telas, los colores, los accesorios, el maquillaje, todo su vestuario era su forma de ser libre.
Grey Gardens ahora es un musical en Broadway y está haciendo historia. Christine Ebersole es lo más grande que he visto sobre el escenario. En el primer acto interpreta a Edith madre en sus tiempos de gloria. En el segundo encarna a Little Edie en toda su gloria delirante. Cada personaje por sí mismo es llevado al escenario genialmente, pero la combinación de ambas actuaciones le conceden a Christine Ebersole un lugar privilegiado en la historia del teatro norteamericano. Nunca se ha visto algo así. Es tan excelente como actriz que logra manipular su voz dependiendo del personaje. Como Big Edie, Ebersole utiliza una voz fuerte, desbordante, en ocasiones operática (algunos la recordarán en Amadeus). Como Little Edie canta hasta feo, para dejar ver la demencia. Pero cuando Little Edie canaliza con su interior, entonces Ebersole entona perfectamente una voz preciosa, dulce, casi etérea que nada tiene que ver con la voz con la que cantaba como la madre. Es un pequeño detalle que me voló la cabeza porque me pareció imposible.
Grey Gardens, con toda sinceridad, me parece que funcionaría mejor como una obra de teatro que se sirve de música en vez de un musical. Lo digo porque así fue como la percibí al verla. La forma en que está construida la historia recuerda más una pieza teatral dramática que un musical. Pero quizás por ello también resulta tan fascinante. Nunca he visto un musical en Broadway que funcione de esta manera. Tampoco he visto nunca que se ponga en escena tanta decadencia/demencia sin dejar de ser una celebración a la mujer fuerte. Staunch. S-T-A-U-N-C-H.
Yo eliminaría muchas de las canciones. Hay algunas que son muy flojas tanto la letra como la música y terminan opacando un poco, pero sólo un poco, la grandeza de estas dos mujeres. Grey Gardens tendrá sus fallos, pero es sin duda alguna una obra histórica, tan revolucionaria como los vestidos de Little Edie.

Cuando acabó la obra yo aplaudí conmovida. Cuando salió Christine Ebersole a recibir su ovación, me eché a llorar. Es la primera vez que los aplausos me sacan las lágrimas. En ese momento a quien vi fue a Little Edie sonriendo y aceptando con humildad y gracia la aclamación del público. Ahí estaba aquella mujer que nunca podría permanecer en la oscuridad, ni siquiera tras haber vivido casi toda su vida como una reclusa. Ahí estaba el espíritu de una mujer de carácter fuerte que fue incapaz de ser de otra manera. She never weakened, no matter what.
Sí, Little Edie, grande mujer, recibe al fin tus aplausos.



Este vídeo lo encontré en you tube y lo pongo como un pequeño homenaje a esta mujer. A los que no hayan visto nunca el documental, quedénse viendo después del diálogo/pelea entre madre e hija para que vean un montaje de algunos de los "revolutionary costumes" de Little Edie. Es espectacular.


Y al que le interese, aquí hay un link para ver el pedazo del documental donde aparece la cita que pongo al principio de este post:

http://www.youtube.com/watch?v=vWEeJbuF3bM&NR

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el elevador


para M., mi hermana, porque sobrevive todos los días a Junior...

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
-
Sor Juana Inés de la Cruz





Clara entró al edificio sintiendo todo el cansancio de una larga jornada laboral caerle encima de sus hombros. Se movió con prisa por el lobby-Que no me vea, que no me vea-hasta llegar al frente del elevador y apretó repetidas veces el botón, como si eso lo hiciera llegar más rápido.
-¡Hola, preciosa! Qué guapa te ves hoy.
Con esas palabras se difuminó cualquier esperanza de paz que albergaba.-Hola- replicó sin expresión alguna.
Junior la miraba con su acostumbrada sonrisa lasciva. Era el típico bellaco azucarado, de esos que lo único que piensan cuando miran a una mujer es en las mil y una maneras de clavársela hard-core pero lo esconden detrás de reiterados piropos baratos y la insistente labia monga. Ya estaba harta, especialmente después de tener que enfrentarse día a día a los macharranes de la oficina, y ni hablar de los idiotas de la calle que gritan y gesticulan a todas las tetas que ven, como si nunca hubiesen visto mujeres en su vida. Llegar a su apartamento debería de ser su refugio, un pequeño espacio de intimidad y alivio donde al fin podía exhalar. Pero no. Para ella, como para tantas mujeres del edificio, Junior traía los acosos de la calle dentro del espacio doméstico.
-Mami, necesitas ayuda cargando esa cartera, se ve pesada. Déjame llevártela hasta tu apartamento…o si necesitas cualquier otra cosa, me lo dices y puede ser cualquier cosa. Ya sabes, yo te ayudo en lo que sea.
Clara respondió con un seco –No, gracias- mientras se preguntaba seriamente cómo a ese hombre todavía no lo habían despedido. Avanza y llega, imploraba silente al aparato.
-Ah, los elevadores no están funcionando bien. Llamaron a un técnico pero todavía no ha llegado.
-¡Qué mierda!- pronunció las palabras en desesperación, ahora convencida del sentido del humor negro de la vida.
-Si quieres puedes subir en el elevador de cargo.
Los ojos de Junior brillaban después de haber soltado esa propuesta indecorosa. Clara miró las puertas cochombrosas del elevador de servicio. Aceptar la oferta la ayudaría a llegar más rápido a su apartamento, pero implicaría la presencia obligatoria de ese hombrecito perturbante dentro del ascensor. Cerró los ojos con la ilusión tonta de que al abrirlos mágicamente se arreglaba el otro elevador o mejor aún, que Junior se esfumara para siempre. Pero no ocurrió. Contempló la posibilidad de subir las escaleras, pero eran 6 pisos y con la poca energía que tenía su cuerpo de seguro se desmayaba a mitad de camino.
-Está bien-dijo con un tono de resentimiento.
Se metió en el elevador y se colocó al extremo para mantenerse lejos de él. Vio con terror cómo se cerraban las puertas, dejándola completamente encerrada con esa bestia. Decidió concentrarse en el conteo de los pisos para no pensar demasiado en la situación, uno...dos...tres..., cuando de la nada el hombrecito apretó un botón que detuvo el elevador y la abrazó con violencia. Un miedo indescriptible se apoderó de Clara y estremeció todo su cuerpo. Al cabo de un tiempo, él se separó de ella y empezó a reírse -Era una broma, mami, deberías de ver tu cara- y volvió a su posición original. Clara escuchó la risa de ese renacuajo y se llenó de furia. No, no puede salirse con las suyas. Junior estaba a punto de apretar el botón para seguir subiendo cuando ella lo detuvo.
-Espera-dijo, acercándose a él-es que me cogiste de sorpresa.
Junior se paralizó, incrédulo. –No era una broma, ¿verdad?- preguntó Clara sonriéndole como toda una seductora. Junior meneó la cabeza en expectativa de lo que ocurriría en ese pequeño espacio. –Quítate los pantalones- le suspiró a lo que el muy machote no pudo resistir, obedeció en seguida y le tiró los pantalones. Clara lo empujó en contra de la pared del elevador.
-Siempre supe que tú lo querías- exclamó orgulloso de su virilidad.
-Ah, ¿sí?-y aprovechando el momento levantó con fuerza la rodilla para darle en las bolas dejando a Junior sin aire, deslizándose en agonía hasta caer al piso.
-Ahora me vas a escuchar-le dijo postrada por encima de él-No puedes andar por ahí tratándonos como si fuéramos muñequitas o como si nos estuviéramos muriendo de ganas de que nos caigas encima, porque ¿sabes qué? No es el caso. De ahora en adelante nos vas a empezar a tratar con más respeto ¿verdad?
Junior sólo podía hacer algunos ruidos frágiles mientras se encorvaba sobre su propio cuerpo.
-No te escucho-le gritó mientras hacía el aguaje de mover la pierna en amenaza de un segundo ataque.-¿Vas a tratar a las mujeres con más respeto, nada de esas bellaquerías?
-Sí, sí
-Más te vale-dijo mientras volvió a apretar el botón para ver si al fin llegaba a su casa. -Ah, y una cosita más- Junior no podía elevar su rostro para mirarla. -Eso de andar por ahí tirándole a todo lo que tenga tetas, culo y vagina es una buena estrategia desde el punto de vista de hombres como tú que no tienen mucha esperanza, pero acá entre nos, sólo te hace ver un poco desesperado y muy patético.
Las puertas finalmente se abrieron. Clara salió y respiró profundo.
-¡Mis pantalones!- gritó Junior con mucho esfuerzo.
-Oops- dijo Clara con una sonrisa pícara en su rostro-No te preocupes, te los devuelvo. Te aseguro que yo no los quiero.
Las puertas empezaron a cerrar. -Pero dámelos- gritó Junior tratando de levantarse.
-No, no te preocupes- contestó con sarcasmo-Te los haré llegar. Los encontrarás en un lugar que conoces bien, perfecto para ti.
Las puertas se cerraron antes de que Junior pudiese hacer algo.
Clara caminó por el pasillo hasta encontrarse frente una pequeña puerta. La abrió y se detuvo unos segundos, contemplando el asco que le producían esos pantalones que sostenía entre sus manos. Los metió dentro del pequeño espacio y al cerrar de nuevo la puerta leyó el letrero que decía “Basura”.
-Sí, ahora están exactamente donde pertenecen.- y fue riéndose hacia su apartamento para, al fin, tener un poco de paz.


foto: Elevator de Kaz-Yami, tomada de deviantArt

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cuando una mujer se convierte en música...


Estando en España tuve la oportunidad de conocer la música de Dulce Pontes, cantante portuguesa de una voz increíble. La semana pasada pude ir a un concierto. Decir que es cantante o intérprete es subestimarla. La mujer es una diosa, una bruja que invoca la naturaleza entera en su canto. Mujer fuego, mujer agua, mujer tierra, mujer aire. Es indescriptible la experiencia. Ella parecía entrar en un trance en el que la música se apoderaba de todo su ser. Toda ella se convertía en música: su voz imposible, sus manos, sus movimientos, su cuerpo, hasta su respiración. Nunca había visto algo similar.
Encontré este video en You Tube y lo dejo aquí para al que le interese conocerla. La canción es Ondeia, en la que le canta al agua. Aparece en un disco O primeiro canto. Recomiendo también el disco en el que interpreta los temas de Ennio Morricone, especialmente el tema de La misión, A Rose Among Thorns. Es simplemente una de las mejores voces que he escuchado.

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