escribir con el parpadear de un ojo/ pintar con celuloide


En una entrevista le preguntaron a Julian Schnabel si le sorprendió ganar el premio de mejor director en el festival de Cannes. En respuesta se rió y dijo: "It's surprising for a painter."Definitivamente para mí sigue siendo sorprendente ver a un artista recibir reconocimiento en el mundo del cine.
La primera vez que me topé con su nombre fue pasando las páginas de un libro de arte. Años después descubrí que Schnabel no sólo dirigió Basquiat, sino que se insertó a sí mismo en la película a través del personaje interpretado por Gary Oldman. Luego vi Before Night Falls y me convencí de que me gustaban más sus películas que sus pinturas. Por alguna razón me encontré fascinada con este artista convertido en cineasta.
Si bien las dos películas mencionadas ponen en evidencia el talento de Schnabel como director, se quedan cortas en comparación a lo que logró con Le Scaphandre et le papillon (The Diving Bell and the Butterlfy). Se trata de la historia verídica de Jean-Dominique Bauby, editor de Elle, quien tras sufrir un infarto desarrolla lo que se llama "locked-in syndrome" que es prácticamente ser prisionero dentro del propio cuerpo. Se encuentra completamente paralítico, sin voz, sólo puede mover un ojo. Ese ojo es lo único que le permite comunicarse con el mundo exterior y los otros. Ese órgano, usualmente asociado con lo visual, se convierte en el medio con el cual "habla", a través del ojo permanece dentro del lenguaje. Con el parpadear de ese ojo logró escribir un libro, su autobiografía. Era una manera de mantenerse ocupado mientras seguía encarcelado en su propio cuerpo, así como una manera de enfrentar su condición y su mortalidad. Schnabel ha mencionado que esta película para él fue casi como una especie de auto-ayuda, ya que siempre le ha tenido terror a la muerte. Según él, hizo la película para presentar la muerte y la vulnerabilidad del cuerpo de una forma que no fuera agobiante ni terrorífica, una manera de apaciguarnos un poco a quienes también nos angustia el tema. Ciertamente la cinta tiene este efecto. Cuando terminé de verla me quedé con la sensación de que realmente no hay límites a lo que un ser humano pueda hacer. Esta película, así como me sucedió con la obra Rock 'n Roll de Tom Stoppard, me hizo replantearme un poco mis posturas sobre la corporeidad. Si bien es cierto que nuestra existencia es ineludiblemente corpórea hay instancias en las que parece que el ser humano es mucho más que su cuerpo. Cuando el cuerpo se enferma, cuando el cuerpo nos renuncia, hay algo en el ser humano que parece ir más allá.
La historia de por sí es impresionante pero lo que más asombra es la forma que Schnabel decidió transmitirla. El director nos coloca dentro del punto de vista de ese ojo, ese único ojo que se comunica con el exterior. Con trucos relativamente sencillos podemos ver lo que veía Bauby, incluyéndo el interior de los párpados. Schnabel entendiblemente es un director muy visual pero en esta película realmente se pone en evidencia su sensibilidad de pintor: desde los collages de fotografías en la habitación de Bauby, el ojo parpadeante, las luces y colores, la cortina que sopla en la habitación, las imágenes que viven en la mente del paciente, etc. Me conmovió presenciar algunos de estos efectos visuales. Llegué a la conclusión que si se puede escribir con el ojo, se puede pintar con el tacto, con el sonido. Después de ver Le Scaphandre et le papillon, pienso que Schnabel no es simplemente un artista que se convirtió en director. Me parece que es un pintor que ha cambiado el canvas por el celuloide para crear pinturas con movimiento y sonido. Y quizás eso es lo que realmente sorprende.

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el efecto sondheim


(Este post es sobre Sweeney Todd. Son comentarios bien generales y no doy muchos detalles para no chotear nada.)




El efecto Sondheim


Sondheim es uno de los nombres más reconocidos en el teatro musical. Para mí era sólo eso, un nombre, hasta que pude ver una grabación de la producción vieja de Sweeney Todd con Angela Landsbury. Entonces sucedió algo que no esperaba. En medio de las notas violentas, los arreglos atonales y las letras complejas me encontré completamente perdida en la historia. El vídeo terminó y me tardé en ubicarme a mí misma. Luego vi Sunday in the park with George, una obra que gira en torno el lienzo Un dimanche après-midi à l'Île de la Grande Jatte de Seurat y me sucedió lo mismo. Las reflexiones sobre la vida y el arte calan en algo profundamente humano que es elevado por las hermosas composiciones musicales. Y así se han ido sumando las obras: Passion, Into the Woods, Company y en todas he experimentado la misma sensación, como si una mano invisible de alguna manera me estrujara las entrañas para sumergirme completamente en el escenario. He llegado a llamarlo el efecto Sondheim porque nunca he sentido lo mismo en otras obras, mucho menos en el teatro musical que a veces me resulta artificioso y distante.
En mi breve estadía en Nueva York tuve la oportunidad de ver la versión fílmica de Sweeney Todd. Cuando entré al cine me pregunté si el efecto Sondheim se traduciría a la pantalla grande. En seguida comenzó a sonar la música con las melodias familiares y nuevamente reviví la historia morbosa del barbero de Fleet Street quien tras ser encarcelado injustamente termina asesinando a sus clientes para saciar su sed de venganza y su cómplice Mrs. Lovett cocinaba las víctimas en las empanadillas de carne que vendía en su negocio.
La versión fílmica es ineludiblemente distinta a las representaciones teatrales que de alguna manera conozco. Tim Burton sabiamente eliminó algunos recursos que aunque son efectivos en el teatro no funcionaban en el cine. Un ejemplo notable sería la ausencia del coro griego que conduce la historia. De hecho, en la película se suprimieron todos los coros y en ocasiones se reducen las canciones a lo más importante para la historia. Otra diferencia notable es que por primera vez los personajes se mueven por la ciudad. Londres, ese hole in the world, es una presencia tenebrosa tangible. Constantemente se nos muestra la ciudad, como en A Little Priest, Sweeney y Mrs. Lovett miran a través de la ventana mientras van señalando los distintos arquetipos que van mencionando, haciendo así más evidente la crítica social que se lleva a cabo en la canción .
Burton, siendo un director muy visual, prestó mucha atención a la composición de las escenas, las luces y sombras y exterioriza en instancias la imaginación de los personajes, algo que en el teatro no se podía hacer. Por ejemplo en la canción Epiphany, Sweeney recorre las calles de Londres en su mente o en By the Sea, que nunca me había gustado mucho, es elevada por las recreaciones geniales de las fantasías de Mrs. Lovett. La lectura que hace Burton de los personajes me pareció maravillosa. Judge Turpin, encarnado perfectamente por el talentoso Alan Rickman, es un personaje más complejo que en otras versiones que he visto y en la película se establece un paralelismo con Sweeney. Anthony en esta versión es un muchacho, impulsivo e idealista, movilizado por una morbosidad que en mi opinión es más justificable en un pesonaje joven que no tiene control de sus sentimientos y pasiones. Johanna, también de corta edad, es mucho más pasiva y desensibilizada que en otras caracterizaciones. Físicamente es etérea y en ocasiones Burton parece dar pistas de la vida sin esperanza que con toda probabilidad le espera. Toby, usualmente interpretado por un adulto aquí es un niño, lo cual lo hace mucho más efectivo. Interesantemente en esta versión Toby no cede a la locura, lo cual fue el eje central de la escenificación de John Doyle en la más reciente adaptación de la obra*. Esta decisión de Burton en mi opinión fue muy efectiva. Un personaje que me sorprendió mucho fue el Beadle, que nunca me había llamado la atención. En la película es un hombre libidinoso, violento y se trabajan elementos de homoerotismo fascinantes. Sasha Baron Cohen, mejor conocido por sus personajes Ali G o Borat es genial como Pirelli, mostrando sus habilidades impecables como humorista pero a la vez concediéndole al personaje una profundidad psicológica en las sutilezas de su actuación.
Confieso que tenía mis reservas con Helena Bonham Carter haciendo de Mrs. Lovett. Ciertamente su voz es un tanto débil, pero lo compensa con su actuación y profunda comprensión del personaje.
Finalmente toca hablar de Johnny Depp, un actor que pudo haber sido meramente un rostro bonito pero sigue reinventándose y mostrando una habilidad técnica sorprendente. Sondheim ha comentado muchas veces y lo repitió al aprobar el elenco de la película que para el personaje de Sweeney importa mucho más la actuación que la voz del actor. Depp tiene una voz hermosa, bastante dulce y lo genial es que incorpora eso en su interpretación del personaje. El Sweeney de Depp es completamente abyecto, incapaz de expresar sentimientos hacia nada ni nadie. Está obsesionado solamente con sus planes de venganza. Mientras otros actores como George Hern o Michael Cerveris expresaban rabia o en ocasiones sentido de humor, el Sweeney de Depp es más contenido y sin embargo sumamente fiel al espíritu de la obra.
Pero lo mejor de la película es la sangre. La historia de por sí es sumamente morbosa, sin embargo, es difícil explorar los elementos sangrientos y corpóreos en el teatro. Burton presenta la realidad física de los asesinatos que contrasta genialmente con la insensibilidad del Sweeney de Depp. Una escena particularmente efectiva en este sentido es durante la segunda canción llamada Johanna. La sangre en el filme no es realista, es exagerada y poética. Tim Burton ha expresado el elemento catártico que tiene la sangre en la película y al verla pude entender lo que quería decir. Es como una especie de liberación de todo la tensión latente de los personajes, de todo lo que no se expresa en palabras. Es la vida que se derrama del cuerpo. El efecto es impactante, desgarrador e irremediablemente humano.
La película terminó y el público presente irrumpió en aplausos. Yo me quedé en silencio, hundida en el asiento, completamente enmudecida por la poderosa imagen final y demasiado consciente del efecto Sondheim que nuevamente había presenciado, esta vez en la butaca de un cine.


*hace tiempo escribí una reseña de la producción de Doyle (aquí ), que ya no está en Nueva York pero actualmente está de gira.

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