"La muerte, puede parecernos una puerta cerrada. Pero una puerta cerrada, no significa que se termine el camino. Como el silencio, no significa ausencia de palabra, sino de voz. Esa voz que frente al misterio, hay que aprender a escuchar con el corazón. Nuestro viaje prosigue, y para que éste no sea en vano, hay que multiplicar el amor, que de esa mujer admirable, recibimos ¡Su herencia de amor! Pues sólo él, vencerá la muerte. Y sólo en el amor, nuestra vida cobrará su pleno sentido. "
- N., 25 de febrero 2005
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M.C. Escher. Drawing Hands, 1948 (litografía).
He descubierto por qué soplé en la carne de Ángela: fue para tener a quién odiar. La odio. (...) ¿Querré a Ángela Pralini para desarrollar un sentimiento que es ardiente e insomne, el sentimiento de odio que ahora me hace ejercer porque ella me enseñó a odiar? ¿Estamos como ligados para siempre? Yo la quiero. Sé que un día me apartaré de ella, pero mi miedo es no olvidarla y quedarme con esa mancha oscura en mi alma.
-Autor
Un soplo de vida por Clarice Lispector
Quisiera escribir sobre un personaje interesante. Un hombre que sea valiente, activo, dinámico y que contribuya positivamente a la sociedad. Debería dedicarle estas letras a una vida que merezca ser leída.
Lamentablemente este no es el caso de mi personaje.
Ahora mismo está sentado frente al televisor con una sonrisa pendeja dibujada en su rostro. Él se regocija viendo vulgaridades. Preferiría que él hiciera algo más productivo con su tiempo, pero él es así. Estoy consciente que sería plausible obligarlo a mi voluntad. Lo sé muy bien. Simplemente no soy capaz de irrumpir en su vida.
Todo comenzó hace tiempo. Yo estaba cepillándome los dientes cuando él, hombre frágil y defectuoso, penetró mi conciencia. Enseguida me senté a escribir y desde entonces estoy condenada a él. Soy testigo de cada palabra, cada sensación, cada gesto que componen su existencia. Mi personaje anda sumergido en su cotidianidad y yo le sigo con mis palabras.
A veces experimento un incontenible deseo de sentenciarlo al olvido. Sin embargo, persisto en esta fallida escritura. Tengo que reconocer que hay algo en él que me cautiva. Detesto su banalidad, sí, pero me maravilla su implacable alegría de estar vivo.
Ahora mi personaje está involucrado en su ritual diario de autogratificación sexual. A veces goza demasiado de su cuerpo. Ya terminó. Mira su reloj y sabe que pronto tendrá que ir al trabajo. Necesita el dinero para continuar deleitándose de la concupiscencia que caracteriza su vida. Se baña apresurado para sentirse nuevo. Justo antes de salir se toma una taza de café. La deja en el fregadero con intenciones de lavarla cuando regrese. Agarra las llaves y se va entonando una canción.
Mi personaje es un hombre sencillo, vulgar y en ocasiones un idiota. No hace nada interesante. No tiene grandes pensamientos...pero es mi personaje.
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