s-t-a-u-n-c-h women


esto va dedicado a las brujis...

"But you see, in dealing with me the relatives didn't know
that they were dealing with a staunch character. And I tell ya if there's anything worse than a staunch woman.
S-T-A-U-N-C-H
There's nothing worse. I'm telling you.
They don't weaken, no matter what."
-Edith Bouvier Beale
(Little Edie)


staunch (stônch, stänch)

1. Firm and steadfast; true.
2. Having a strong or substantial construction or constitution.

En español: incondicional, acérrima (firme y entusiasta; intransigente, extremada)

Del 7 de noviembre de 1917 hasta el 14 de enero del 2002 existió una mujer demasiado grande para este mundo. A veces me sorprende lo literaria que puede ser la vida. Imagínense a dos mujeres fuertes, testarudas, muy adelantadas para su época que terminan aislándose de la sociedad en una mansión playera llamada Grey Gardens. Como si eso no fuese lo suficientemente perfecto resulta que esas dos mujeres eran parte de una de las grandes dinastías estadounidenses. Eran familia de Jacqueline Bouvier (mejor conocida como Kennedy-Onassis) que llegaron a gozar del prestigio y la riqueza para luego vivir en decadencia, rodeadas de basura, de gatos, de mapaches, pulgas y pobreza. La tía y la prima de Jackie pasaron a ser la vergüenza de la familia. Grey Gardens se convirtió en un pequeño mundo podrido del cual estas mujeres no salían porque al menos allí adentro podían ser ellas mismas.

La situación en la que vivían Edith Ewing Bouvier Beale (conocida como Big Edie) y su hija Edith Bouvier Beale (conocida como Little Edie) salió a la luz pública cuando los vecinos montaron una querella legal por las condiciones anti-higiénicas en que vivían esas mujeres. Las Edies en vez de simplemente recoger y limpiar, pelearon por su derecho de vivir como ellas querían. Ya lo dijo Little Edie perfectamente: There’s nothing worse than staunch women.

Todo esto parecería mentira, demasiado literario para ser real. Pero no. Existieron estas dos diosas al borde de la demencia. Existió Little Edie. Existió Grey Gardens.

En 1975 los hermanos cineastas Albert y David Maysles sacaron un documental sobre estas mujeres reclusas. Grey Gardens se ha convertido en un documental clásico. Al verlo, uno no puede evitar sentirse hipnotizado por estas dos mujeres, por la casa, hasta por los gatos y mapaches con los que conviven. La madre anciana aparece casi siempre recostada en la cama, rodeada de papeles y basura, poniéndose sombreros de paja a la vez que intenta cantar como lo hacía hace 40 años. Su cuerpo se ha debilitado, pero ella no. Big Edie grita, ordena, hasta seduce desde su vejez. Pero su impotente presencia no logra opacar a su hija, la verdadera protagonista de la película.
Decir que Little Edie parece sacada de una obra de Tenessee Williams no es suficiente. Blanche DuBois se queda corta. Little Edie es la hija que desprecia y adora a su madre. En ocasiones habla con una dulzura casi infantil y al segundo sus palabras demuestran la fiera que se esconde dentro. Es una mujer inteligente y educada. Durante todo el documental va soltando ingeniosas referencias literarias y lo hace con tanta naturalidad que pasan desapercibidas. Casi todo lo que dice Little Edie es digno de copiar y repetir. Pero por lo que más uno recuerda y ama a esta mujer es por su indumentaria experimental, sus “revolutionary costumes” como les llamaba. Little Edie desfila durante todo el documental con nuevos vestuarios, cosas inimaginables. Era una artista. De una toalla hacía un velo, de un pedazo de tela una falda que también podía servir como capa. Nunca podría haber usado un abrigo de forma tradicional. No. Edie, jamás. Ella se lo colocaba al revés, lo giraba, jugaba con él hasta que dejara de ser un abrigo y se convirtiera en la correa, la blusa o la bandana más hermosa que jamás se ha visto. Eddie está eternamente trasformándose y reinventándose en esa cinta. Tendremos para siempre la evidencia fílmica de una mujer que fue demasiado grande, demasiado original. No es difícil entender por qué ella se convirtió en ídola secreta de muchos diseñadores de moda. Su influencia ha sido documentada en desfiles de Prada, en tomas fotográficas de Vogue, entre otros. Algunas personalidades famosas como Madonna la han citado como una fuente de inspiración. Little Edie también se convirtió en una figura de reverencia entre la comunidad gay. Es una diva, digna de admirar: una mujer marginada que no temía manifestarse tal y como era. Si yo alguna vez me encontré criticando el mundo de la moda, ante alguien como Little Edie tendría que comerme mis palabras. Esta mujer buscaba en la moda la expresión de su individualidad, de su creatividad. No se trata de mera vanidad. Las telas, los colores, los accesorios, el maquillaje, todo su vestuario era su forma de ser libre.
Grey Gardens ahora es un musical en Broadway y está haciendo historia. Christine Ebersole es lo más grande que he visto sobre el escenario. En el primer acto interpreta a Edith madre en sus tiempos de gloria. En el segundo encarna a Little Edie en toda su gloria delirante. Cada personaje por sí mismo es llevado al escenario genialmente, pero la combinación de ambas actuaciones le conceden a Christine Ebersole un lugar privilegiado en la historia del teatro norteamericano. Nunca se ha visto algo así. Es tan excelente como actriz que logra manipular su voz dependiendo del personaje. Como Big Edie, Ebersole utiliza una voz fuerte, desbordante, en ocasiones operática (algunos la recordarán en Amadeus). Como Little Edie canta hasta feo, para dejar ver la demencia. Pero cuando Little Edie canaliza con su interior, entonces Ebersole entona perfectamente una voz preciosa, dulce, casi etérea que nada tiene que ver con la voz con la que cantaba como la madre. Es un pequeño detalle que me voló la cabeza porque me pareció imposible.
Grey Gardens, con toda sinceridad, me parece que funcionaría mejor como una obra de teatro que se sirve de música en vez de un musical. Lo digo porque así fue como la percibí al verla. La forma en que está construida la historia recuerda más una pieza teatral dramática que un musical. Pero quizás por ello también resulta tan fascinante. Nunca he visto un musical en Broadway que funcione de esta manera. Tampoco he visto nunca que se ponga en escena tanta decadencia/demencia sin dejar de ser una celebración a la mujer fuerte. Staunch. S-T-A-U-N-C-H.
Yo eliminaría muchas de las canciones. Hay algunas que son muy flojas tanto la letra como la música y terminan opacando un poco, pero sólo un poco, la grandeza de estas dos mujeres. Grey Gardens tendrá sus fallos, pero es sin duda alguna una obra histórica, tan revolucionaria como los vestidos de Little Edie.

Cuando acabó la obra yo aplaudí conmovida. Cuando salió Christine Ebersole a recibir su ovación, me eché a llorar. Es la primera vez que los aplausos me sacan las lágrimas. En ese momento a quien vi fue a Little Edie sonriendo y aceptando con humildad y gracia la aclamación del público. Ahí estaba aquella mujer que nunca podría permanecer en la oscuridad, ni siquiera tras haber vivido casi toda su vida como una reclusa. Ahí estaba el espíritu de una mujer de carácter fuerte que fue incapaz de ser de otra manera. She never weakened, no matter what.
Sí, Little Edie, grande mujer, recibe al fin tus aplausos.



Este vídeo lo encontré en you tube y lo pongo como un pequeño homenaje a esta mujer. A los que no hayan visto nunca el documental, quedénse viendo después del diálogo/pelea entre madre e hija para que vean un montaje de algunos de los "revolutionary costumes" de Little Edie. Es espectacular.


Y al que le interese, aquí hay un link para ver el pedazo del documental donde aparece la cita que pongo al principio de este post:

http://www.youtube.com/watch?v=vWEeJbuF3bM&NR

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esta magia



[una nana para ahora]


para el distinguido Mr. Rivers y su príncipe F.
y que me perdone el poeta por mis "versos"



Abres los ojos. No puedo creer que al fin estás a mi lado. Te miro ahora y no te reconozco. Nunca pensé que serías posible.

Shh...No hables muy duro
que cerca de aquí
descansa un príncipe.
Algún día será grande
y reinará desde su palacio,
pero por ahora sólo duerme...

Acaricio tu cabeza. Me voy contagiando de un amor desconocido por mí. Te confieso que me da miedo porque sé que será difícil. No sé qué voy a enseñarte. Este mundo está tan jodío. Ya lo descubrirás. Tu pecho se llena de aire. Vivir es tan extraño...

Shh...No hagas ni un ruido.
Nadie ha de profanar su sueño.
No pidió nacer, nadie lo pide,
y a veces el príncipe llora.
No lo puedo proteger
del dolor que habita el mundo.

Haré todo lo posible por no fallarte, pero temo que no sea lo suficiente. No estoy hecha para esto. Y sin embargo, te aferras a mi dedo con tanta fuerza que me olvido de mí misma.

Por eso deja que descanse,
que disfrute la serenidad
de estas primeras noches.
Luego no habrá tiempo,
luego no habrá paz.
Shh...¿no ves que el príncipe duerme?

Te recuesto en tu pequeña cuna y me siento a tu lado hipnotizada. No sabes cuánto quisiera que esas estrellas que te rodean duraran para siempre. Conocerás la decepción, como nos sucede a todos. Aunque confieso que ahora mismo no consigo recordar el desengaño. Me rindo ante tu paz. No sé qué magia habré hecho para crearte.



*la imagen: Escultura y dos dibujos de Henry Moore de su serie Mother and Child, c. 1983. La mano es del escultor aguantando una pequeña maqueta de una de las estatuas de la misma serie.

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por aquello de que es febrero


Esto lo escribí hace tiempo y lo publico ahora ya que es el supuesto mes del amor...


La melancolía de haber sido creada

[o pensamientos de una mujer neurótica]







Nunca pensé que llegaría el momento que me preocuparía más el papel de inodoro que un buen orgasmo. Serán cosas de la edad, o será simplemente que yo no sirvo para esto. Todas las relaciones que he tenido han fracasado, no por las dificultades que se enfrentan las parejas normales. No. Siempre son las pequeñas cosas. Lo que le gusta, lo que no le gusta. Si no se ríe lo suficiente de algún chiste o si se ríe demasiado. La ropa que usa. Si mete el dinero de determinada manera en su wallet. La forma que se para...Ese tipo de tontería.

He tratado que las cosas sean distintas con Julián. Cada vez que hace algún comentario pendejo, o se ríe con esa carcajada que me irrita tanto, o la forma que pone su mano sobre mi hombro después de saludarme...cada vez que estoy a punto de tacharlo, como he hecho tantas veces, me controlo. Inhalo...Exhalo...Me convenzo a mí misma de que es un buen hombre. Después de todo, mis manías son excesivas y no debo hacerles caso.
Y sin embargo aquí estoy, con los pantalones abajo, sentada sobre el inodoro, observando con horror el pequeño rollo de papel que se supone que yo use. Está todo mojado y estrujado, no quiero ni saber dónde se habrá caído. De repente comienzo a fijarme en todos los detalles que no había visto por la prisa que tenía al entrar al baño: unas manchas sospechosas que se asoman entre las losetas, la cantidad de agua pegajosa esparcida por todo el piso, los pequeños puntos negros que invaden las paredes, las cortinas mohosas, el zafacón desbordándose....Inhalo...Exhalo...En medio de esta escatología no puedo evitar preguntarme ¿con quién carajos me estoy involucrando?

-¿Todo bien?- me pregunta Julián desde afuera. –Sí- le contesto casi sin voz. Necesito una estrategia. Busco, ansiosa, en los bolsillos de mis mahones a ver si de casualidad hay un kleenex limpio. Mis dedos rozan la suave textura de un pañuelo olvidado. Lo saco del bolsillo y delibero por unos segundos. ¿Es nuevo? ¿Es usado? No recuerdo. Veo que la esquina de la derecha está un poco torcida. Quizás usé solo esa punta. Lo corto y uso el resto, un poco incómodo pero en todo caso mejor que ese triste rollo enfermizo que tiene Julián aquí. Me lavo las manos frenéticamente y salgo, evaluando cómo proceder.

Voy recorriendo el pasillo oscuro, cada vez más cerca a la fuente de luz. De camino no puedo evitar hacer un catálogo de las asquerosidades que acababa de ver. ¿Cómo es posible que Julián viva así? No. No puedo acostarme con él, si está acostumbrado a usar papel de inodoro así de sucio sabrá dios cuántas infecciones tendrá. Me asomo al marco de la puerta y allí está esperándome. Al verme los cachetes se le ponen rojos. – Se me olvidó decirte que se había acabado el papel. Lo compré hoy pero lo dejé tirado en la sala.- Lo veo sacar de una bolsa de compras el paquete de papel higiénico. –Déjame ponerlo antes de que se me siga olvidando.- Bueno, por lo menos algún tipo de sentido común tiene, aunque eso no justifica el resto de la mugre. Me siento en el sofá y contemplo el panorama...una media sucia tirada detrás de la puerta, una montaña de revistas hacinadas encima del televisor, un plato con no sé qué era pero ahora está tomando otra forma. Comienzo a sentirme mareada...Inhalo...Exhalo...No, no puedo más. Me levanto y justo antes de irme me fijo en unos libros que tiene dispuestos sobre la mesa. Agarro el primero a mi alcance.

Debo tener paciencia para no perderme dentro de mí: vivo perdiéndome de vista. Me hace falta paciencia porque soy varios caminos, aun el fatal callejón sin salida...

-¿Qué lees?- Escucho la pregunta sin elevar los ojos.

...Clarinete en espiral. Violonchelo oscuro...

Siento la silueta de Julián aproximándose, acortando la distancia cada vez más hasta llegar a mi lado.

Pero consigo ver, aunque a duras penas, a Ángela de pie junto a mí. Hela ahí que se acerca un poco más. Después se sienta a mi lado, se cubre el rostro con las manos y llora por haber sido creada. La consuelo haciéndole entender que también yo padezco la vasta e informe melancolía de haber sido creado...

Sigo leyendo pero sin que él lo sepa ya lo estoy acariciando. Sus manos se posan encima del libro y siento cómo lo desliza por debajo de mis dedos. Me mira a los ojos.
Inhalo...Al exhalar, me rindo entre sus labios y me entrego a esta aventura.

*foto: Electronic Toilet Paper por Soan, tomada de deviantArt

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