Raymond Carver (1938-1988)
“I thought for a minute of the world outside my house, and then I didn’t have any more thoughts except the thought that I had to hurry up and sleep.” Al llegar a esta última oración de
I could see the smallest things tiré el libro de un lado.
Mal rayo parta, pensé y me quedé en blanco.
Poco antes de llegar a ese cuento, alguien me había dejado un comentario en el que daba por sentado que yo leía mucho a Carver. Tuve que confesar, como buena ignorante, que no tenía idea quién era ese autor. Me dio curiosidad. Busqué rápidamente algo del autor y me topé con la antología
What We Talk About When We Talk About Love.
Ese libro me dejó en silencio. Después de esa lectura, cada vez que intentaba escribir sentía que se colaba Carver en mis relatos. Fue alarmante descubrir que sin conocerlo intentaba escribir como él, aunque no lo lograba exactamente. Me pregunté si era posible tener influencias de un autor que nunca había leído.
Me tardé mucho en volver a escribir y cuando lo hacía intentaba explorar otro tipo de prosa. Inevitablemente hay elementos de aquel estilo que permanecen, como la atención a los pequeños detalles, pero por lo general cuando voy siguiendo alguna línea que identifico con Carver me paralizo.
Ahora, por segunda vez Carver me condena al silencio. Llegué tarde a él y tarde me entero de la controversia que gira en torno sus cuentos, en particular los del comienzo de su carrera literaria. La escritora
Yolanda Arroyo Pizarro hizo llegar a sus talleristas un artículo escrito por Alessandro Baricco titulado
El hombre que reescribía a Carver. Allí salió a relucir que el 10 de agosto de 1998 se publicó en el
New York Times The Carver Chronicles, por D.T. Max en el que saca a la luz algo que era un secreto a voces dentro de la comunidad literaria: los cuentos revolucionarios de Carver fueron intensamente modificados y editados por Gordon Lish. No parece algo tan grave. Todo manuscrito pasa por las manos de los editores y es justamente su función sugerir cambios para mejorar el libro. El problema es que D.T. Max sacó a la luz evidencia de que Gordon Lish prácticamente re-escribió esos cuentos.
La crítica literaria elogiaba el estilo “minimalista” de Carver. Ahora resulta que ese minimalismo en realidad no provenía de Carver, sino de Lish. Alessandro Baricco sigue los pasos de Max e investiga por su cuenta estos hallazgos. Leí ese artículo y me tuve que apartar de la computadora. Recordé aquel Carver que se asomaba en mis intentos fallidos de escribir hasta el punto de convertirse en una agonía. ¿Quién fue el autor que me traumatizó en ese momento? ¿Quién fue el autor que inconscientemente yo quería emular? ¿Carver o Lish?
Me obsesioné. Comencé a buscar más información sobre esta controversia por internet. Encontré el artículo de Max que originó todo, así como varios otros comentando el asunto. Las reacciones ante el protagonismo de Lish fluctúan entre dos extremos: los que elogian el ojo de Lish, capaz de pescar lo realmente genial de la prosa de Carver y los que lo ven como un escritor mediocre que abusó de sus poderes de editor. Max concluye su artículo con una cita de Carver mismo: “It’s immensely important that great poems be written, but it makes not a jot of difference who writes them.”
¿Qué importa si Lish es responsable por la genialidad de esos cuentos? Lo que importa es la calidad del cuento en sí mismo. Tiene razón. Sé que tiene razón. Pero, sin saber muy bien por qué, tuve que admitir que sí me importaba. ¿Por qué? Hace tiempo se proclamó la muerte del autor. Ya sé que no existe tal cosa como el escritor "genio". Lo sé. Pero me molestó la intrusión de Lish sobre los escritos de Carver, porque lo que yo escribo será mierda pero es
mi mierda. Sé que todos tenemos nuestras influencias y que todo el mundo necesita ayuda de otros, pero seguir críticas o sugerencias es una cosa, otra muy distinta sería permitir que re-escriban el texto.
No sé si por desilusión, frustración o fascinación morbosa pero me he dedicado a buscar más detalles sobre esta controversia por internet. Encontré el artículo de Max que originó todo, así como varios otros comentando el asunto. Pero no era suficiente. Yo quería de alguna manera corroborar yo misma, ir a la fuente. Quería leer con mis propios ojos esos cortes de Lish, descubrir al otro Carver, el de verdad.
No tengo los recursos para viajar hasta la biblioteca Lilly donde están esos manuscritos editados directamente por Lish. No obstante, es posible hacer un experimento. Después del éxito de
What We Talk About When We Talk About Love Carver se alejó de Lish y volvió a su estilo. En la siguiente antología Carver retomó uno de los cuentos de
What We Talk About..., llamado
The Bath bajo Lish, y lo publicó como realmente lo había escrito bajo el título
A Small, Good Thing. De manera que teniendo estos dos cuentos a la mano, se puede ver el fantasma de Lish perfectamente y de esta manera verificar lo que comentan tanto Max como Baricco y todos los demás autores que han podido acceder al archivo de esa bilbioteca. Tomé los dos cuentos y los leí con detenimiento. Lo que más me sorprendió es cómo los cuentos son iguales pero completamente distintos. Me explico. Son los mismos personajes y la misma situación. La madre manda a pedir un bizcocho de cumpleaños para su hijo, Scotty. El día de su cumpleaños el niño va de camino a la escuela y lo choca un carro. Al principio no parece afectarle demasiado pero se siente mal. Regresa a la casa y se desmaya en la falda de la madre. Lo llevan al hospital donde esperan que los médicos les informen lo que sucede con el hijo. Sin embargo los cortes que hace Lish, las oraciones que añade, el énfasis que hace, lo convierte en otro cuento por completo.
Lo que parece trabajar Lish es el aislamiento. El editor prácticamente borró los nombres de los personajes. Los padres no se comunican. Los médicos se muestran indiferentes ante la situación del niño, ante el sufrimiento de la familia. El repostero insiste en llamar para atormentar a los clientes que no buscaron el bizcocho. El énfasis de Lish es en el deseo de aislarse, de borrar el sufrimiento. Los padres se turnan para regresar a la casa para bañarse. El baño para Lish es un intento de alejar la posible muerte del niño. Lo que se destila entre líneas es la indiferencia, la falta de comunicación, la imposibilidad de enfrentar la realidad, temas recurrentes dentro de esa antología manoseada por Lish. El final del cuento es ambiguo. Al regresar a la casa, la madre recibe una llamada. Lo único que sabemos es que es referente a Scotty pero ahí mismo termina el texto. Lish no nos satisface con una resolución. Todo se disuelve en el silencio, en la incomunicación. Es genial. El resultado es espelusnante, una mirada fría enfocada en el terror de la crueldad y el egoísmo que es capaz el ser humano que se hace indiferente ante el sufrimiento ajeno.
Pero eso no fue lo que escribió Carver. Empecé a leer A Small, Good Thing y las diferencias eran notables. Carver es mucho más descriptivo. Su prosa es más pausada, se detiene en todos los detalles, dibujando un cuadro completo. Iba leyendo y de repente me di cuenta que había llegado al final de Lish, pero todavía quedaban aproximadamente 15 páginas. Y allí sucedió algo maravilloso. Por primera vez pude experimentar la sensación de descubrir lo que antes no se me permitía ver. Cuando leí el cuento originalmente pensé que la genialidad residía precisamente en esa obstaculización. Ahora, de repente, me entero que es posible ver a través de esos silencios y descubrir lo que sucede después de que “acabó” ese cuento. Y suceden muchas cosas. El niño muere. El médico ofrece explicaciones, se excusa y se preocupa por los padres. Regresamos con ellos hasta la casa. De nuevo reciben otra llamada. Lo que sigue jamás me lo hubiese esperado de Carver, o del autor que yo creía que era él. La madre se da cuenta de quién ha estado llamando y deciden ir juntos a la repostería. Se bajan y empiezan a pelearle al hombre. Él les contesta molesto, reprochándolos por no respetar el tiempo y dinero invertido en aquel bizcocho. Finalmente la madre le grita que su hijo acababa de morir. A partir de aquí el repostero cambia. Los padres siguen insultándolo pero él comienza a tratarlos bien. Les pone unas sillas, los invita a sentarse. La madre confiesa que lo quería matar. El repostero no responde. Arregla la mesa, luego pide sus disculpas y empieza a explicarse. Les dice que no tiene hijos, que no tiene vida fuera de la repostería y no sabe cómo comportarse. Insiste en pedirles perdón. Les da café y comida. Les dice que comer “is a small, good thing you can do in a time like this.”
Entonces comen y él les habla. Ellos sienten simpatía por él. El cuento se acaba así, con los tres personajes conversando: “They talked on into the early morning, the high, pale cast of light in the windows, and they did not think of leaving.”
Resulta que lo que Carver quería realmente explorar era el lado humano del sufrimiento. Los momentos de silencio que existen en la historia no se deben ya al aislamiento que destacó Lish, sino porque el sufrimiento y el miedo son tantos que a veces las palabras no bastan. En la versión de Lish el esposo la ve mirando por la ventana. Se acerca, quiere decirle algo pero no puede. La versión de Lish dice así: “He took her hand and put it in his lap. This made him feel better. It made him feel he was saying something.” Lish parece decir que el esposo le agarra la mano y se siente satisfecho de estar “cumpliendo” con su función de esposo. La forma que lo presenta es casi egoísta. No hay ningún tipo de comunicación entre la pareja. La versión de Carver dice así: “He wanted to say something else and reassure her, but he was afraid too. He took her hand and put it in his lap, and this made him feel better, her hand being there.” Es una situación completamente distinta. Aquí ambos padres están igualmente abatidos por el miedo y aunque no dicen nada, porque no hay nada que decir, la presencia del otro es suficiente para no enloquecer.
El acto de bañarse en la versión de Carver deja de ser una forma de alejar el dolor, de aislarse de los demás. Bañarse, al igual que comer al final del cuento, es otra de esas pequeñas, buenas cosas que se pueden hacer en una situación como esa. El cuento de Carver en realidad trata sobre cómo los seres humanos tenemos que seguir viviendo en la cotidianidad a pesar del dolor, a pesar de la muerte. El fallecimiento del hijo no borra la humanidad de los padres. Cuando los padres comienzan a comer tímidamente, bajo la insistencia del repostero, la madre se percata que estaba hambrienta. A pesar del gran dolor que sentían, seguían siendo corpóreos. Carver, al parecer, quería trabajar precisamente con esas pequeñas necesidades que el ser humano enfrenta, como comer, como bañarse, como cuidar de sus cuerpos en medio del dolor y sufrimiento que puede ser la muerte de un niño.
Muchos momentos de la versión de Carver me resultaron cursi. Creo que el repostero explica demasiado y cae en discursos sentimentales. También siento que en algunos instantes las descripciones son excesivas. Sin embargo pude corroborar algo que comentó Baricco en su ensayo: la prosa de Carver dibuja un rostro humano que cautiva. Lish se interesó por mostrar la apatía, la indiferencia, lo vil y podrido que se esconde en la cotidianidad, lo cual es fascinante. Pero esta otra visión quizás es más completa. El lado vil y perverso del ser humano se ve, pero se humaniza. El repostero al principio nos parece egoísta, hasta infantil en su insistencia de llamar a la familia. Pero luego pide perdón y muestra su lado humano. Barrica lo describe perfectamente como la apología de los “malos”. Como si Carver, siendo alcohólico, sintiera la necesidad de mostrar el lado humano de eso enfermizo. En el mundo de Carver no es simplemente que el mal coexiste en la cotidianidad. Se trata de que no existen esas polaridades, sino seres humanos que no son ni “buenos” ni “malos”.
No hay polaridades. Entre los artículos que leí me encontré con personas que querían demonizar a Lish o a Carver, según la perspectiva. La verdad sería como lo escribe Carver mismo en sus cuentos, el “malo” también tiene su punto de vista. Carver era un escritor que quería ser publicado. Era un alcohólico, vulnerable, que se dejó guiar por el conocimiento de su amigo Lish, con quien tuvo una relación conflictiva. Una vez consiguió su fama siguió publicando con su estilo. Y Lish, que piensen lo que quieran pensar, pero era un genio. Los cuentos de What We Talk About...son geniales, fuertes, poderosos. Por más que me haya perturbado enterarme de los cambios que hizo y aunque me haya molestado saber que tomó decisiones por encima de la voluntad de Carver mismo, el resultado final son buenos cuentos. Ahora, ¿a quién se debe esos cuentos? Ciertamente el estilo “minimalista” pertenece realmente a Lish. Pero me parece que uno de los aspectos que hace que esos cuentos funcionen es precisamente la tendencia descriptiva de Carver. Lish cortó gran parte de estas descripciones, pero muchas sobreviven el bisturí del editor. El producto final es una prosa que por un lado no deja ver lo que ocurre y por otro lado distrae la atención del lector con detalles que parecen superficiales. Pienso que esos cuentos tienen dos autores, aunque uno se sobreponga al otro.
Es un caso difícil que presenta muchos problemas sobre el papel del editor, del escritor y del lector mismo. ¿Qué derecho tiene un editor de re-escribir otro texto, aunque tenga razón? ¿Qué peso le damos a la figura del autor? ¿Qué importa más: el mito de un autor, su obra real o su fama? ¿Cómo leemos a Carver tras descubrir la participación de Lish? ¿Qué hago con este autor que me ha silenciado dos veces?
Nada. Lo vuelvo a leer, lo re-descubro y, por mi parte, seguiré escribiendo de vez en cuando, con mis limitaciones. Supongo que no hay nada más que pueda hacer.
Labels: desgraciadamente real, literatura
La poesia de Carver también es maravillosa.
Síiiiiii!! Cuando estaba descubriendo a Carver lo primero que encontré fueron sus poemas. Me llamaron mucho la atención porque son bien viscerales, resuenan mucho con la realidad y a la vez tienen su aire de misterio,como que dejan a uno imaginando lo que sucede. Recuerdo que me gustó mucho uno que se llamaba A Cobweb, o algo así. Solo falta que se descubra que Lish de alguna manera también los editó...
Hehehe...emerge tu alma de historiadora...muy interesante lo que escriber...la pregunta se queda...a quién pertenecen las palabras?? al escribir quizás se desprenden del autor para viajar ya en el aire de las imaginaciones....las palabras son para los demás, en la mayoría de los casos...o soy yo que estoy demasiado metida en la ética narrativa???
No comento nada sobre el corto 3...en este momento no puedo, lo sabes, pero quería dejarte saber que lo he leído, y esto quiere decir que me ha llegado....
un beso inmenso....(no entiendo cómo funciona esta nueva versión de blogger...verdad que estoy envejecinedo.....)
pero me imagino que sabrás quién soy, no??
C.
Rayos! Me desquicia dejar comentarios con estos adelantos tecnológicos que tengo, o diré, que sufro, ja!
Pero tu post me obsesionó, es adictivo y no pude más que pensar (a veces lo hago).
:D
Cuánto salivo pensando en esos excelentes talleres de narrativa, poesía, en fin...
Un abrazo a todos!
Queridísima C: jajaja, sí, me sale lo de historiadora babosa,obsesiva y neurótica. No tienes idea la de cosas que leí por este trauma, jaja.
Cuando descubrí esto pensé en ti, porque me encontré planteándome cuestiones éticas que por lo general no me interesan mucho. pero ¿es lícito que alguien se apropie de las palabras de otro y las altere a su propio gusto sin la consideración del autor? Es fuerte. Aunque las palabras una vez escritas pertenecen también a quién las lee, hay algo bien invasivo en lo que hizo Lish. El problema para mí reside en el proceso creativo mismo, en la persona que se impone sobre la creación del otro y en el autor que lo permite.
Pero como dices, la cuestión permanece sin resolverse...
Y sobre el Corto 3, no hacen falta palabras. ufff, no había hecho la asosiación...pero creo que toda mujer podría identificarse con eso.
Sabes que te adoro!!!
Ana: Gracias! No puedo creer que haya gente que sacara el tiempo pá leer esto. La verdad es que a mí me apasionó esto, me trastocó!
Y sobre los talleres...pues nunca había tomado uno pero me ha encantado la experiencia. Deberías de inscribirte en alguno, está muy bien!!
un abrazote
ah, y no te preocupes que yo también tengo una relación un poco extraña con la tecnología, jeje
Hola mi hermana brujil!!!
Visita mi blog, te tengo una sorpresita
besos
Ok... fascinada con las interrogantes que planteas. Me voy a poner a buscar obras de este autor a la brevedad.
Excelente post, el debate es necesario.