"Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas"
-Lola Rodríguez de Tió, A Cuba
Cuba. País tan cercano y lejano a la vez. Cuba. País que ha ronado mi corazón toda la vida. Recuerdo tantos años aprendiendo su historia que hasta 1898 es nuestra historia también. En mi corazón tengo también a un cubano que fue prácticamente familia. Un cubano que se mudó a Puerto Rico donde se casó y tuvo hijos puertorriqueños. Llevo conmigo las anécdotas que escuché de niña de un viaje que hicieron juntos a Cuba. Su esposa e hijos para conocer a su familia. Él, para volver a su tierra y a su gente después de tanto tiempo. Fue un viaje lleno de alegrías, al ver y compartir con personas queridas y un país tan cercano a ellos, pero a la vez estuvo plagado de tristezas al sentir todo lo que los separaba de su propia sangre.
Silvio Rodríguez. Presencia constante durante toda mi vida. Desde pequeña sabía de Silvio. ¿Cómo no? Su música es hasta cierto sentido inevitable para el mundo hispano parlante. Sin embargo, sólo fue con el pasar de los años que llegué a conocer y realmente apreciar su música. Silvio ha acompañado mis momentos de soledad, mis estudios, los instantes de inspiración, incluso tengo recuerdos de quedarme dormida con Silvio cantando en el fondo. La última vez que estuvo en Puerto Rico me lo perdí. Era demasiado pequeña y desconocía gran parte de su música. No sabía que esa sería la última vez que pisaría mi país, algo que me ha pesado muchísimo todos estos años.
Me fui a España con la esperanza de llegar a verlo allá. Pensé que sería más plausible que coincidiera en esas tierras. Y tenía razón. Hace unos años Silvio cantó en Salamanca, justo cuando yo estaba en Puerto Rico sin agua y sin luz, tratando de evitar que las lluvias de Jeanne inundaran mi casa. Fue entonces que llegué al convencimiento de que nunca llegaría a presenciarlo en concierto.
Estando en España falleció el amigo cubano, haciendo más urgente acortar las distancias con Cuba y aumentando mis deseos de ver a Silvio.
Ahora, justo antes de concluir mi temporada en España, tuve la oportunidad de verlo. Me encontré sentada en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid sin lograr creerlo. Esperaba que en cualquier momento se cancelara el evento, alejándome una vez más de ese cantante cubano que he llegado a apreciar tanto.
Tres músicos cubanos se sentaron y comenzaron a tocar con virtuosismo. Luego llegaron una mujer tocando un clarinete y un joven percusionista. Finalmente entró Silvio Rodríguez en escena, rápidamente sentándose para tocar su guitarra. Desde ese momento se desencadenó una noche casi interminable de música y poesía. Sus escuetas palabras entre canciones eran casi todas para hablar de Cuba. Silvio hablaba con su perfecto acento cubano y a mí se me escapaban las lágrimas. Me conmovió su presencia, me conmovió esa Cuba que se destilaba de todo su ser. Los recuerdos de ese amigo cubano se escondían detrás de su voz.
Y yo estaba allí, absorviendo cada instante, mirando desde lejos a Silvio, sintiendo su presencia tan cercana y distante...tan cercana y distante como su país mismo.
¿Qué puedo decir? Fue un concierto maravilloso. Cantó casi todas las clásicas: Ojalá, Te doy una canción, La maza, Playa Girón, Óleo de mujer con sombrero, Canto arena, Días y Flores, La Gaviota, Sueño con Serpiente...bueno muchísimas. Naturalmente hay muchas que se quedaron fuera, pero a cierto punto es imposible que Silvio cante todas las canciones que el público quisiera escuchar. Su corpus ya es demasiado largro. También cantó otras más recientes de su álbum Cita con ángeles y las inéditas que sacó en Érase que se era, su más reciente grabación. Aunque tratara de mencionarlas todas no podría. Fueron tantas las canciones que es imposible recordarlas todas. Hubo un momento muy poderoso. Silvio contó la anécdota de un amigo poeta cubano, lamentablemente olvidé su nombre, que fue a Auschwitz. Nos leyó el poema que escribió tras esa visita, una reflexión muy fuerte del Holocausto vivido durante la Segunda Guerra Mundial y la presente situación a la que Israel está sometiendo al Líbano y a Palestina. Pasó entonces a cantar Sinuhé, una hermosa canción sobre la guerra de Irak.
Fue increíble poder ver al público español tan conmovido ante un cubano, un caribeño, un hombre que ha logrado trascender tanto. Confieso que fue extraño ver el comportamiento del público europeo. En Puerto Rico nosotros queremos expresarle a los cantantes nuestra emoción y vivimos con ellos cada sílaba. En España, percibí que el público quería realmente escuchar las canciones, razón por la cual casi no aplaudían ni cantaban. El mismo Silvio tuvo que pedir que cantaran más fuertemente. Son formas diferentes de apreciar los conciertos. No obstante, al final llegó la soltura y todos inevitablemente cantaban con Silvio. Muchos jóvenes fueron poblando las escaleras para poder estar más cerca. No querían que se fuera del escenario y hacían todo lo posible por prolongar el concierto.
Finalmente terminó. Silvio desapareció definitivamente y me fui de allí sabiendo que probablemente nunca lo volvería a ver. Me llevo por lo menos los recuerdos de esa noche y la promesa todavía vigente de visitar ese país que me llama tanto.
Dos cubanos: uno, quien por un momento dado fue casi mi segunda familia; el otro, a quien nunca había visto persona. Cuba, país que todavía siento la necesidad de conocer. Irónicamente tuve que llegar a España para poder coincidir por una noche con un hermano cubano y poder sentir que se acortaban por unos instantes las distancias que separan nuestros países caribeños.
Labels: música
13 comments