el elefante de wittgenstein
Este cuento lo leí hace poco en una actividad y lo comparto ahora porque como que últimamente ando odiando a los putos elefantes rosas...ajá, estoy loca...y no me importa.
Ah, y lo firmo con mi nombre porque hoy me nace, mañana quizás me arrepiento, me abochorno y lo saco de ahí. (Lo de "no apta" funciona también como un disclaimer, así que no me hago responsable.)
El elefante de Wittgenstein
El elefante de Wittgenstein me mira de nuevo. Su cuerpo insufriblemente rosa se va acercando. Con cada paso hace retumbar sus nalgas omnipresentes y se menea glorioso para desafiar el espacio vacío. Llega hasta mí y aplasta sus caderas desmesuradas para acomodarse en el asiento que queda justo a mi lado.
Desenrosca su trompa y me enciende un cigarrillo. Me observa inhalar el tabaco mientras comienza a embarrar sus carcajadas de un cinismo insoportable.
–Sabes que ese humo está lleno de cianuro. – me comenta y expande sus orejas como coqueteando el aire.
Siempre se empeña en dañarme estos pequeños momentos de paz. Ya me tiene harta. La primera vez que irrumpió en mi campo de visión fue hace seis meses. Yo estaba completamente sumergida en un mar de textos, estudiando para el examen de filosofía del día siguiente. Doblé la esquina del papel con un movimiento sutil del dedo y justo antes de pasar la página sentí que alguien me observaba. Alcé la cabeza y ahí estaba aquella figura grotesca parada en la esquina de mi habitación. Si yo hubiese sido otro tipo de persona quizás hubiese gritado, pero me limité a devolverle la mirada.
– Tengo mucho que estudiar, no tengo tiempo para esto. – le comenté al rato con indiferencia.
El elefante alzó sus patas delanteras y comenzó a moverse en un gesto antropomórfico alarmante. Rodé mis ojos ante la nauseante visión e intenté retomar el párrafo que había abandonado. Me empeñé en ignorarlo pero después de unos segundos me sacudió del asiento con su trompa y caí de culo con las piernas al aire.
– ¡Oye! ¡No hay necesidad de ponerse malcriado! – le reclamé mientras intentaba recuperar mi verticalidad. – Total, – seguí – tú eres el que está invadiendo mi cuarto.
Sus ojos enfocaron sobre mí en total indignación.
– Al contrario. Eres tú quien me puso aquí. ¿O crees que yo no preferiría estar en otro sitio?
Mientras me hablaba no pude evitar fijarme en las arrugas obscenas que se formaban alrededor de su cuello cada vez que movía la boca.
– No. Tu presencia aquí no puede ser mi culpa. Yo jamás te hubiese soñado.
Aquel animal cruzó sus patas encima de su barriga interminable.
– Si me ves es por algo. – replicó con los cachetes tornándose un tono más rojizo que el resto de su piel porosa y sucia. Luego procedió a soltar una sucesión de trompetazos que no me dejaron estudiar y que se extendieron por la noche para impedirme dormir.
Al otro día tuve que presentarme al examen con ojeras y la mente aturdida. No pude ofrecer ninguna excusa válida para mi aspecto o mi falta de preparación. El profesor me hubiera dicho que sólo un Wittgenstein tenía el derecho de mencionar un elefante rosa en el salón de clases. Y tendría razón. En el caso suyo la alusión a ese animal se debe a su genialidad de filósofo. En el mío, es sólo un paso más en mi inevitable descenso hacia la locura.
He tenido que disimular su presencia. Claro, ignorarlo no es ninguna tarea fácil, especialmente cuando se empeña en hacer un espectáculo para distraerme o hacerme reír en el momento menos apropiado. Está siempre allí. No hay forma de evitarlo. Su alimento es mi humillación. Su oxígeno, mi desequilibrio. Se dedica a torturarme. Cada vez que tengo que entregar un trabajo busca formas insospechadas de dañarme la computadora justo cuando ya no queda suficiente tiempo para remediar la situación. Me pierde el teléfono para asegurarse de que en una emergencia no tenga a quién acudir. Coloca su abundante cuerpo sobre el baúl de mi carro para hacerme llegar tarde siempre. Espera pacientemente que yo termine de limpiar mi casa para cagar por todo el piso. Hasta cuando me ducho está allí, mirándome a través de las gotas de agua y ocasionalmente escondiéndome el jabón para verme enloquecer y de vez en cuando resbalarme sobre el piso mojado.
No me deja en paz ni un segundo. Me he acostumbrado a sentirlo como una sombra rosa que siempre me está rondando. Lo peor es que creo que ha llegado al punto que ya no soy la única que lo ve. He notado las miradas de algunas personas y por sus rostros sé que están contemplando ese adefesio corpulento que siempre me acompaña. Así como me miran ustedes en este preciso momento que observan silentes mientras me enciende un cigarrillo y me suspira veneno al oído.
– Sí. Tiene cianuro. – finalmente le contesto.
El fuego parpadea al final de mi nariz. Acerco mis labios a su rostro y lo envuelvo con esta masa gris que expiro para tratar de librarme de él aunque sea por unos segundos.
- María de Lourdes Javier
Labels: ficción
Muy bueno...
ahora que lo leí me gustó mas que cuando lo escuché, aunque... no se, me hace falta la voz temblorosa con la que lo leístes.
Saludos!
"la voz temblorosa", jajajaja. ¡qué horror!!! ni modo...no sirvo pá las lecturas.
Gracias por el comentario. A mí me encantó lo que leíste!
Esos nauseabundos elefantes color de rosa, ignóralos y desaparecerán!!! Muy acertada tu técnica narrativa y estructural.
No te escuché leerlo pero también me encantó...
un abrazo
este cuento es de los más logrados que te he leído. me encanta la estructura, las oraciones...todo. Me gusta especialmente esto: Su alimento es mi humillación. Su oxígeno, mi desequilibrio.
te aplaudo por haber leído este cuento en público (aunque no tuve el placer de escucharte).
un abrazo.
Yo sí, yo sí tuve el placer placentero de escucharlo!!!! Es de lo mejor. Maria de Lourdes cada vez va creando mundos narrativos más maduros e imperecederos.
Tan visual y comestible este cuento!
Dan ganas de comérselo y no es que tenga hambre.
Será que todos tenemos ese elefante, o a saber qué animal. Tirarle el humo en su cara no está nada mal.
Saludos siempre!
Hola... estuve media perdida... la clase de fotografia la enseño en la Catolica en Ponce... eres bienvenida...
Ea la del comentario anterior fui yo, esque tengo varios blogs
Maria de Lourdes, ahh!! Me han encatando las imagenes del cuento. Me fascinan las circunstancias y los detalles especificos de sus apariciones y molestias. Me he sentido, otra vez, identificada, es mas, creo que debo tener alguno cerca de mi. :( Tambien me hace recordar un personaje en un novela de Anne Rice (si, me gusta Anne Rice) llamado Goblin. Y el final esta magnificoooo.
Me lo he disfrutado. Abrazos amiga!!
Vaya, pues dirás que siempre traigo a colación algún aspecto de la cocina, pero bueno, ni modo. Ese elefante lo que me hace pensar es en las botellas de la cerveza Delirium Tremens...en su etiqueta tienen a un elefante rosado. Pues ahí lo ves, tu cuento es pura imagen...de las buenas. Genial.
Saludos desde La tribu.
dios mio nena!! perdi mis links y hasta apenas pude encontrarte u_u muchos saludos!
Que cuento mas guapo (si, el ordenador no me deja poner tildes. ¿O deberia decir no?)
Ana María: ay, sí, son nauseantes! lo malo es que después terminan siendo como el sapito de warner bros, se desaparecen y parece que uno se los inventó, ja! pero desaparecen, eso es lo importante! Gracias, amiga!!
Iva: Gracias, linda! Esas frases que señalas fueron las que más me disfruté escribir. Y no te preocupes. Total, esa lectura a mí no me fue muy bien que digamos, jaja...god! horrible! jaja
Yolanda: jajaja, síiiiiiii ¡estuviste ahí!!! y en verdad gracias a dios porque tu presencia me calmó un poco (si es que era posible...)Y si estoy sacando cosas en algo decentes es porque tú sacas lo mejor de nosotros.
¡Gracias, profe!!
Ana: mmm...a veces pienso que es un cerdito comelón y puerco! jajaja
Y hay que tirarle el humo para no permitirle la burla! Me alegra que te haya gustado, aunque como que no creo que esto daría indigestión...uuufff
dharmasutra: aaaa...me queda un poco lejos pero bueno saberlo por si acaso tengo la oportunidad. es una inquietud que tengo.
(y no te preocupes por la confusión, eso pasa)
Amarilis: No me digas que tienes un elefante rosa molestándote. Me avisas para ver si los juntamos pá que se entretengan juntos y nos dejen en paz!!
Gracias, de nuevo, por tus palabras. No he leído nada de Anne Rice, pero me dio curiosidad ese Goblin!
Luis Ponce Ruiz: jajaja...mira, a tu blog yo entro con cautela porque cada vez paso por la tribu me da hambre y no quiero tener que invertir en todo un wardrobe nuevo.
No conocía esa cerveza pero me parece absolutamente genial porque esto fue producto de mi delirium tremens innato, no culpa del alcohol. Gracias!!
Mattie: ¿o sea que hiciste la mega limpieza de links? jaja Chica, te tengo en el olvido. Deja ver si recupero momentum con esto de los blogs. creo que ya estoy vieja, como que me harto del internet demasiado rápido.
¡Espero que estés super bien!
Ignatius Reilly: ¡gracias!! (mmm...creo que mejor sería poner "no" porque así te ahorras un tilde, jaja) Ya pasaré por tu página.
¡Un abrazote a todos!!
wow. Súpercalifragilístico. La verdad que es un fantasma que se puede ver.
¿Qué crees si uso tu cuento para ejemplificar el logro de las imágenes versus las abstracciones?
por otro lado, hace como un més (acentuado) que leí esto, y en ese momento la película de dumbo me pasó por el cerebro... ¿a ti no? está súper (la película y tu cuento)
jajaja...¡Dumbo!! Yo no recuerdo mucho de esa película, pero sí recuerdo el delirium tremens super mega tripy que tiene Dumbo con los elefantes rosas, aaaa...es genial! Admiro cualquier película de niños que emborrache a sus personajes...buajajajajaja
Mira, la idea de que alguien quiera usar algo que yo haya hecho como ejemplo de lo que sea me aterra un poco...pero hello, como quieras. Después de que no pases vergüenzas por mi culpa, ¡ningún problema!
En todo caso me alegra que te haya gustado, yo nunca sé cómo me salen mis demencias...¡Gracias!
ah, y me encantó eso de més, es más dramático!