“Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.”
-Horacio Oliveira
Rayuela (capítulo 1) de Julio Cortázar
primer movimiento
-“Tengo muchas ganas de verte”.
Olivia sostuvo el teléfono en silencio. Ya había escuchado estas palabras muchas veces y estaba demasiado consciente que carecían de significado.
-“¿Y?” le preguntó irritada.
-“Que quiero verte”, repitió.
-“¿Y para qué?”
-“Para vernos, hablar...me haces falta.”
Olivia rodó los ojos. Ahí mismo sintió un deseo incontenible de mandarle a la mierda. Sabía muy bien que él realmente no quería verla. Comenzó a mirar su habitación. Al lado de la almohada descansaba el libro que le acompañaba fielmente todas las noches. Fue entonces cuando se le ocurrió una manera de nivelar el juego.
-“¿Quieres verme?”
-“Sí”
-“Bueno, dejémoslo al azar. Yo no voy a acordar contigo ninguna cita. Búscame. Te doy un mes. Si me encuentras casualmente por esta ciudad...seré tuya una última vez.”
Al otro lado no se escuchaba nada. Finalmente Tomás dijo: “¿Un mes?”
-“Sí...suficiente tiempo. Un mes. Después de eso no me vuelvas a buscar.”
-“Bueno...si así quieres, pues te encontraré.”
-“Suerte", dijo Olivia y enganchó el teléfono aguantándose las ganas de reír.
segundo movimiento
Tomás estaba en una barra con unos amigos. Conversaban sobre alguna película, o algún libro...en realidad ni él mismo lo sabía. Sus ojos brincaban de un lado al otro.
-"¿Estás buscando a alguien?", le preguntó un amigo.
-"No...no...estoy sólo pensando..."
Pero él sabía muy bien que sí buscaba a alguien. Miraba constantemente a la puerta esperando que Olivia irrumpiera en su espacio. Quería verla...tocarla...se llenó de tanto deseo que no podía casi contenerse. Esta ciudad no es tan grande...tendré que verla en algún momento...sería imposible.
tercer movimiento: scherzo 34/7
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy di-
Viernes por la noche. Todo el mundo está afuera. Termino mi
bujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez
cigarillo y me coloco en la cama. No tenía ganas de salir. Prefiero
tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para
quedarme leyendo este libro, mi libro, mi fiel amante. Paso las
deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que
páginas y me deleito con estas palabras. Hermoso. Acomodo la
deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca
lámpara para que ilumine mejor el recorrido que van haciendo
elegida entre todas, con soberana libertad, elegida por mí para
mis ojos. Y en toda esta comodidad no puedo evitar pensar en ti.
dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco
¿Estarás buscándome? Me divierte la idea pero dudo que seas tan
comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por
pendejo. Quizás lo eres. Quizás no te conozco lo suficiente. Tus
debajo de la que mi mano te dibuja.
palabras comienzan a retumbar por mi mente. Realmente nunca
Me miras, de cerca me miras, cada vez más cerca y entonces
nos hablamos. Tú ibas por tu lado y yo por el mío. Las instancias
jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos
se dieron desde el cuerpo. Tus manos deslizándose por las
se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se
mías.Tu boca rozando la mía. Eso fue todo. Quizás te quise...pero
miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan
eso fue hace mucho tiempo. Ahora ya no queda nada. Sólo
tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas
recuerdos fugaces de tu piel. Tu piel morena. Tu piel dura. Tu piel
la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire
suavemente acariciando la mía. Fue eso y nada más. Una música
pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces
cacofónica creada frágilmente entre dos cuerpos. Tú y yo en el
mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la
silencio de noches como ésta. Tú y yo rechazando por un
profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos
momento la vida y la soledad. Tú y yo en una terriblemente
la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de
efímera coincidencia. Nosotros, un colectivo que nunca existió.
fragancia oscura. Y si nos mordiéramos el dolor es dulce, y si nos
Un tácito desencuentro. Sí, quizás te quise...pero el tiempo ha
ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento,
borrado todo sentimiento y sólo me quedo con vestigios de tus
esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo
huellas en mis sábanas, las mismas sábanas que ahora cobijan mi
sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una
cuerpo cansado.El tiempo pasó velozmente. Yo me quedo sola,
luna en el agua.
buscándote entre estas palabras de Cortázar. Encontrándote, perdiéndote, diluyéndome en la historia que leo. Voy reviviendo el pasado que se convierte en verbo presente, demasiado presente en mi carne.
cuarto movimiento
Jugamos esta rayuela atrofiada. Jugamos sabiendo que nadie ganará. Jugamos sabiendo que ninguno de los dos está realmente jugando. Jugamos, como siempre, jugamos...
La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas.
Voy por las calles buscándote
como el tonto que bien sabes que soy.
Imagino tu silueta por todas partes
tu silueta de mujer pequeña.
Olivia, te veo en todos los rostros
pero no te encuentro.
Una parte de mí quiere que me encuentres.
Camino por las calles sintiendo
que la ciudad me observa.
Pero sé muy bien que aunque lo intentaras
no me encontrarías.
Nunca te volveré a ver.
...y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo...lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia...se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta del zapato.
No te encontraré
No me estarás buscando.
...la piedrita tenía que pasar por el ojo del culo, metida a patadas por la punta del zapato, y de la Tierra al Cielo las casillas estarían abiertas, el laberinto se desplegaría como una cuerda de reloj rota haciendo saltar en mil pedazos el tiempo de los empleados, y por los mocos y el semen...se entraría al camino que llevaba al Kibbutz del deseo, no ya subir al Cielo (subir, palabra hipócrita, cielo, flatus vocis), sino caminar con pasos de hombre por una tierra de hombres hacia el kibbutz allá lejos pero en el mismo plano, como el Cielo estaba en el mismo plano que la Tierra en la acera roñosa de los juegos, y un día quizá se entraría en el mundo donde decir Cielo no sería un repasador manchado de grasa, y un día alguien vería la verdadera figura del mundo, patterns as pretty as can be, y tal vez, empujando la piedra, acabaría por entrar en el kibbutz.
¿Y si de repente abro una puerta
o giro por una esquina
y apareces tú?
¿Y si cierro los ojos y al abrirlos
me encuentro con tu sonrisa?
¿Y si ocurre lo implausible?
¿Y si reviertes mi cinismo?
¿Y si lograras desafiar esta ciudad?
La magia, Tomás,
¿dónde está la magia?
Los días van pasando. El tiempo se derrite con el calor que arropa esta ciudad. Una leve brisa como un aliento seco revuelca algunos papeles que alguien tiró por la calle. Los transeúntes desfilan ante mis ojos. Ya ni me fijo. Todos son iguales. No sé dónde estarás. No sé lo que harás. Los músicos empacan sus instrumentos y se van sin saber cuándo volverán a tocar juntos. Sólo quedan los ecos de aquellas sonatas que retumbaban por las paredes. Sombras, sólo sombras. Sombras que se esconden y que nunca volveremos a ver con claridad. Me quedo con los recuerdos y con unas palabras enterradas en algún libro que reviven tu presencia inscrita ya en mi piel.
Labels: ficción, Olivia y Tomás
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