auto[res]


Olivia fumaba su cigarrillo mientras observaba sus maletas. En ese instante sintió que su vida se resumía en un incesante ir y venir. Miró a su alrededor. Ese lugar estaba plagado de los recuerdos de incontables despedidas. Le echó un vistazo a su reloj. Todavía faltaba algún tiempo para abordar el autobús.

Me escribo en tu silencio
tratando de perdurar
más allá de la espera
por esa palabra
que suspendería la duda,
que aniquilaría las ansias
de saberme
versada
en ti.


Uno a uno fue observando los rostros de los viajeros. Cada maleta un proyecto. Cada lágrima una vida. Cada rostro era un autor desconocido.

Acaricio la duda
tratando de deshilar
una a una
tus verdades
colmándome
de ansiedades
sin saber
sin ni siquiera rozar
las palabras
que rondan
tu silencio

Volvió a inhalar el cigarrillo tratando de organizar sus pensamientos. Era demasiado el sueño, demasiado el cansancio. Se fijó en un hombre que corría detrás de un autobús, despidiéndose enérgicamente de una muchacha. Vio cómo meneaba su mano. Su rostro emanaba una tristeza abrumadora. Olivia sonrió al ver la escena. El ser humano es tan complejo.

y si me miras
en este instante
se derretiría
esta inaguantable
espera

Permaneció sentada en silencio. Estaba a punto de emprender un nuevo viaje y no podía evitar pensar en él.

Te versas en silencio
persiguiendo mi sombra
tu olor inunda mi espacio
haciéndome sentir
aquel viejo sudor
que bajaba por mi piel
y entonces
me doy cuenta
que nunca estuviste
en mis letras

El sueño comienzó a traducirse en desgano. El autobús se enciende. El conductor se coloca en la puerta para recoger los billetes. Un anciano delgado y encorvado le pregunta, “¿En cuanto tiempo parte?”
-“5 minutos”, respondió.
Olivia escuchó estas palabras y apagó su cigarrillo con el zapato. Leyó por unos segundos lo que recién había escrito. Maldita sea, pensó. No sé escribir poesía y me tienes creando versos. Cerró la libreta con fuerza. Se fue hacia el autobús llenándose de esa furia que sólo Tomás lograba en ella.

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y de repente Silvio...




"Cuba y Puerto Rico son de un pájaro las dos alas"
-Lola Rodríguez de Tió, A Cuba

Cuba. País tan cercano y lejano a la vez. Cuba. País que ha ronado mi corazón toda la vida. Recuerdo tantos años aprendiendo su historia que hasta 1898 es nuestra historia también. En mi corazón tengo también a un cubano que fue prácticamente familia. Un cubano que se mudó a Puerto Rico donde se casó y tuvo hijos puertorriqueños. Llevo conmigo las anécdotas que escuché de niña de un viaje que hicieron juntos a Cuba. Su esposa e hijos para conocer a su familia. Él, para volver a su tierra y a su gente después de tanto tiempo. Fue un viaje lleno de alegrías, al ver y compartir con personas queridas y un país tan cercano a ellos, pero a la vez estuvo plagado de tristezas al sentir todo lo que los separaba de su propia sangre.
Silvio Rodríguez. Presencia constante durante toda mi vida. Desde pequeña sabía de Silvio. ¿Cómo no? Su música es hasta cierto sentido inevitable para el mundo hispano parlante. Sin embargo, sólo fue con el pasar de los años que llegué a conocer y realmente apreciar su música. Silvio ha acompañado mis momentos de soledad, mis estudios, los instantes de inspiración, incluso tengo recuerdos de quedarme dormida con Silvio cantando en el fondo. La última vez que estuvo en Puerto Rico me lo perdí. Era demasiado pequeña y desconocía gran parte de su música. No sabía que esa sería la última vez que pisaría mi país, algo que me ha pesado muchísimo todos estos años.
Me fui a España con la esperanza de llegar a verlo allá. Pensé que sería más plausible que coincidiera en esas tierras. Y tenía razón. Hace unos años Silvio cantó en Salamanca, justo cuando yo estaba en Puerto Rico sin agua y sin luz, tratando de evitar que las lluvias de Jeanne inundaran mi casa. Fue entonces que llegué al convencimiento de que nunca llegaría a presenciarlo en concierto.
Estando en España falleció el amigo cubano, haciendo más urgente acortar las distancias con Cuba y aumentando mis deseos de ver a Silvio.
Ahora, justo antes de concluir mi temporada en España, tuve la oportunidad de verlo. Me encontré sentada en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Madrid sin lograr creerlo. Esperaba que en cualquier momento se cancelara el evento, alejándome una vez más de ese cantante cubano que he llegado a apreciar tanto.
Tres músicos cubanos se sentaron y comenzaron a tocar con virtuosismo. Luego llegaron una mujer tocando un clarinete y un joven percusionista. Finalmente entró Silvio Rodríguez en escena, rápidamente sentándose para tocar su guitarra. Desde ese momento se desencadenó una noche casi interminable de música y poesía. Sus escuetas palabras entre canciones eran casi todas para hablar de Cuba. Silvio hablaba con su perfecto acento cubano y a mí se me escapaban las lágrimas. Me conmovió su presencia, me conmovió esa Cuba que se destilaba de todo su ser. Los recuerdos de ese amigo cubano se escondían detrás de su voz.
Y yo estaba allí, absorviendo cada instante, mirando desde lejos a Silvio, sintiendo su presencia tan cercana y distante...tan cercana y distante como su país mismo.
¿Qué puedo decir? Fue un concierto maravilloso. Cantó casi todas las clásicas: Ojalá, Te doy una canción, La maza, Playa Girón, Óleo de mujer con sombrero, Canto arena, Días y Flores, La Gaviota, Sueño con Serpiente...bueno muchísimas. Naturalmente hay muchas que se quedaron fuera, pero a cierto punto es imposible que Silvio cante todas las canciones que el público quisiera escuchar. Su corpus ya es demasiado largro. También cantó otras más recientes de su álbum Cita con ángeles y las inéditas que sacó en Érase que se era, su más reciente grabación. Aunque tratara de mencionarlas todas no podría. Fueron tantas las canciones que es imposible recordarlas todas. Hubo un momento muy poderoso. Silvio contó la anécdota de un amigo poeta cubano, lamentablemente olvidé su nombre, que fue a Auschwitz. Nos leyó el poema que escribió tras esa visita, una reflexión muy fuerte del Holocausto vivido durante la Segunda Guerra Mundial y la presente situación a la que Israel está sometiendo al Líbano y a Palestina. Pasó entonces a cantar Sinuhé, una hermosa canción sobre la guerra de Irak.
Fue increíble poder ver al público español tan conmovido ante un cubano, un caribeño, un hombre que ha logrado trascender tanto. Confieso que fue extraño ver el comportamiento del público europeo. En Puerto Rico nosotros queremos expresarle a los cantantes nuestra emoción y vivimos con ellos cada sílaba. En España, percibí que el público quería realmente escuchar las canciones, razón por la cual casi no aplaudían ni cantaban. El mismo Silvio tuvo que pedir que cantaran más fuertemente. Son formas diferentes de apreciar los conciertos. No obstante, al final llegó la soltura y todos inevitablemente cantaban con Silvio. Muchos jóvenes fueron poblando las escaleras para poder estar más cerca. No querían que se fuera del escenario y hacían todo lo posible por prolongar el concierto.
Finalmente terminó. Silvio desapareció definitivamente y me fui de allí sabiendo que probablemente nunca lo volvería a ver. Me llevo por lo menos los recuerdos de esa noche y la promesa todavía vigente de visitar ese país que me llama tanto.
Dos cubanos: uno, quien por un momento dado fue casi mi segunda familia; el otro, a quien nunca había visto persona. Cuba, país que todavía siento la necesidad de conocer. Irónicamente tuve que llegar a España para poder coincidir por una noche con un hermano cubano y poder sentir que se acortaban por unos instantes las distancias que separan nuestros países caribeños.

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reciclaje


esto es un post viejo, lo publico de nuevo y le añado una estrofa porque es lo que estoy sintiendo...




y de repente vuelvo a ti...
me arrastraré por tus calles. me deslizaré por tus piedras. me esconderé entre los transeúntes. sola. pequeña. insignificante. volveré a ser otro cuerpo más sin nombre. sentiré tu sangre fría corriendo por mis venas.

regresaré de nuevo a ti y seré como tú, Salamandra...

dura.
cruel.
reptil.

y de repente vuelvo a ti...
volveré a pisar las huellas que dejé sobre tu piel. me llenaré de tu aliento frío. me contaminaré de tu soledad. me arroparé con tus sombras ancestrales. me difuminaré dentro de tu niebla.
llegaré hasta ti, Salamandra, y seré tuya,
dura,
cruel,
reptil,
una última vez.

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